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Es común toparse con vestidos, tops o prendas en tiendas de ropa usada que mantengan aplicaciones brillantes, ya sea en pedrería o dibujos metálicos. Una de las tendencias que parece ser revivida de este glamour hecho a mano proviene precisamente de otro tipo de aplicaciones, más delicadas y también clásicas. Las perlas, esas mismas que llevaba con orgullo Coco Chanel, hoy se apoderan de chaquetas, pantalones, vestidos de lana y muchos artículos más, tal como hemos visto en las pasarelas y hoy en algunas tiendas de low cost como Zara.
No es mi labor ni mi intención hablar en este post sobre Poiret, aunque siempre es bueno recordar que Paul Poiret, en los primeros años del siglo pasado, fue un visionario en la forma en que la moda cobraba sentido social, convirtiéndola en un objeto de deseo e instaurando también la idea de que el diseñador era, a veces, más importante que la propia ropa. Para entender este concepto que se da en el mundo de la moda hoy en día, sólo basta ver cómo Tom Ford o Karl Legerfeld son a ratos personajes más importantes que sus propias creaciones.
Vestidos dorados, faldas plisadas en lamé, tops bordados con piedras brillantes y accesorios que asimilan el oro han proliferado masivamente a través de marcas de lujo, retail y también otras de low cost. Cada cierto tiempo, parece reinventarse esta tendencia que en un principio ocupaba los rincones de las fiestas nocturnas para aparecer, y que hoy se utiliza también en el día a día. Lo cierto es que tras este boom, se encuentran momentos de crisis mundiales o económicos que afectan a la industria en general, y también a la sociedad de cierta época; todo parece indicar que el lujo
En 1998, Gwen Stefani apareció en los MTV Music Awards con el pelo de color celeste, llevando un bikini en el mismo tono. Más de 10 años después, Internet está cubierto con personas que rinden culto a esta misma estética a través de una tribu urbana llamada “seapunk”, que se identifica con el estilo marino mientras revive el rave de los ’90. La cantante Azealia Banks lanzó un mixtape llamado “Fantasea”, donde la portada mostraba una sirena de pelo verde claro, un detalle que muestra su preferencia por este popular concepto.
La fascinación de los diseñadores occidentales por los bordados, arte y estampados asiáticos ha estado presente desde siempre en la moda. Fue en el siglo XVII cuando la importación de telas, productos y diversos materiales desde Japón y China introdujeron el llamado culto al chinoiserie o chinismo, una vertiente que se apoderó de vestidos de gala, trajes y también abrigos en forma de kimono, confeccionados en seda y bordados con motivos florales o de pájaros. Esta tendencia se ha visto recurrentemente durante las últimas pasarelas del mundo.
El color que inspira lo dulce, lo naïf y lo puro es el que se viene en estos momentos, luego de ver que muchos diseñadores lo han incluído en sus colecciones como Isabel Marant, Mila Schön, Diane von Furstenberg, Céline y Derek Lam. El rosado es un color coqueto, suave y que lo podemos encontrar desde unos atrevidos y vistosos animal print hasta tonalidades más pasteles de este mismo color. Lo podemos apreciar también en abrigos de Jil Sander, cazadoras de Chloé, zapatos de Jimmy Choo, mezclándose con diseños mucho más contemporáneos.
Si estuvieron atentos al anterior texto donde hablaba de lo que se podía conseguir con un poco de maquillaje en el rostro, sabrán que muchos orientales, sobre todo los más jóvenes, están cada vez más obsesionados por el canon de belleza occidental y están dispuestos a casi todo para conseguir cierta similitud con ésta.
¿Cuánto color soportan nuestros pies? Esa parece ser la pregunta que debiésemos comenzar a hacernos luego de las diferentes propuestas que los diseñadores presentaron para el verano del 2013. Porque por más que uno pretenda hacerse el loco con el tema del color, pareciera ser que veremos en las próximas vitrinas topo tipo de calzado en tonos llamativos y vibrantes para los hombres, ya que las propuestas para esta temporada toman una clara inspiración en los años 90'.