Fue en Nueva York, en la semana de la moda en 2015, cuando Lupe Gajardo se dio cuenta que se podía echar al mundo a la espalda, y subir hasta la cima del éxito. La reconocida diseñadora nacional -que el 20 de febrero se presentará virtualmente en la semana de la Moda de Londres por segunda vez-, prepara el despegue. Durante el año se instalará donde su hermana en Dinamarca y desde ahí atenderá el mercado europeo, con una apuesta “más comercial” pero siempre con el sello exclusivo de Lupe. Sin embargo, esta es solo una parada previa a su destino final: Asia. Desde ahí espera atender al lujo asiático, donde cada día se incorporan más personas.
“Estoy en un punto de quiebre; estoy internacionalizando mi carrera. Mi público no está aquí en Chile, lamentablemente. Me encantaría quedarme, pero es un país muy chico en cantidad de habitantes y es un público brutalmente conservador, sobre todo al público que yo le vendo, que es gente con poder adquisitivo”, dice, y luego lanza teorías. “Hay un arribismo social que no permite valorar el Made in Chile. El que tiene poder adquisitivo prefiere comprar un Carolina Herrera y que se le reconozca el loguito, antes que comprar un Lupe Gajardo. Eso pasa porque somos una sociedad bastante insegura”, afirma. Y agrega: “Yo soy muy de ocupar plumas. No es excéntrico mi diseño, pero es más de autor, arriesgado, diferente. Lo que afuera me celebran y me dicen ‘¡qué cosa más espectacular!’, aquí en Chile me dicen lo mismo, ¡qué cosa más linda! pero… ‘sácale las plumas para poder ocuparlo’; ‘¡Me encanta, me encanta! pero, házmelo en negro’, o córrele esto. Eso en otros lados no pasa”.
Lupe, en todo caso, tiene esperanza en las generaciones más jóvenes. “Es muy fácil de identificar esa uniformidad en el vestuario si te mueves hacia La Dehesa. Somos una sociedad con mucho miedo y eso se nota en la ropa. Las generaciones más jóvenes, ya es otra cosa. Hay una apreciación por la estética y por el comunicar a través de la estética, que se nota. Desde las tribus urbanas, los pokemones, los emo, ya se empieza a utilizar el vestuario como herramienta de diferenciación”, dice. ¿Por qué irse a Asia? Lupe se ríe antes de contar la historia, que es más o menos así. Justo después de Nueva York, en 2015, conoció a una clienta que hoy es un poco su madrina. Es una magnate china, galerista de arte contemporáneo llamada Pearl Lamb y según la lista Forbes, una de las personas más ricas de China, que vive entre Hong Kong, Londres y Nueva York. “Ella vino a Chile de paseo, por tres días. Le gusta mucho la ropa y buscó en Google diseñadores chilenos, le aparecí yo, y llegó a mi taller. Y alucinó con mis diseños, con todo. Yo no estaba ese día, pero me compró piezas super difíciles de vender, esas cosas que son como medio arte. Y dije ‘esto es demasiado raro’. Era una compra muy grande. Le pregunto a la chica que estaba atendiendo, y me dice que era una turista china que vino con un guía. Y el guía dejó su tarjeta. Lo llamé. Y me dice quién es. Casi me muero cuando la googlié. Le escribí y ahí partimos una relación”, relata Lupe.
A la colección siguiente, le compró once prendas, las que las fue a dejar a Los Ángeles, en Beverly Hills. “Y ella me dijo que tenía que irme a Londres para luego saltar a Asia. Los estudios de mercado muestran un futuro muy auspicioso del mercado del lujo en Asia entre 2020 y 2025 y yo no me lo quiero perder”, dice convencida Lupe, quien justo en este momento se encuentra buscando inversionistas interesados en crecer con ella. Con el inversionista espera masificar sus productos. Masificar entre comillas, porque no es que vaya a terminar en un canasto de liquidaciones retail. “Esto significa masificar en cantidades moderadas. El valor de la marca es la exclusividad: yo lo llamo lujo artesanal. Estamos sacando una línea más comercial, es reproducible y vamos a externalizar la producción para cumplir con lo que piden afuera”. Por ejemplo, las lanas y abrigos los harán en Perú, los accesorios en Portugal.
Fotos: Lupe Gajardo.