Se dice que en los años ’20, cuando el largo de la falda era más corto se vivían tiempos mejores en lo económico. Claro, por ese entonces la mujer debía usar pantimedias y al poder costearlas quería lucirlas, mientras que si no podía permitirse ese lujo, usaba maxi faldas. En los años ’40 se recomendaba usar la menor cantidad de tela posible para apalear los efectos de la guerra y apoyarse en la reutilización. En un mundo donde ya no existen muchas reglas a la hora de vestir y las micro minis de Miu Miu se tomaron la palestra, ¿podríamos incluirlas como denominador común del contexto o simplemente como síntoma de la conformidad comercial de la industria?
Por ahí leí un comentario que decia “antes la moda se trataba de expresión, de fantasía y ahora es solo acerca de las fórmulas que funcionan para vender, de lo más comercial posible” y siento que esta frase me representó al mil por ciento. Muchas personas que gustan de la moda, que siguen a sus creativos y los cambios pronunciados que se dan en cualquier momento también piensan de manera similar, aunque existe un importantísimo factor actual que puede incidir fuertemente en la planicie de las pasarelas: la guerra. Históricamente y debido a razones obvias, la moda es lo primero que muere cuando se producen conflictos bélicos y lo primero que se desecha cuando pasan situaciones de mayor magnitud e importancia. Sin embargo, la moda como concepto es una palabra que encierra más que tendencias, más que colores de la temporada y más que el último vestido que todas quieren: la moda es una industria, un patrimonio en el caso de algunos países y tiene una mano de obra importantísima. Por ello es que luego de años de pandemia y cierre de tiendas, cancelaciones de fashion weeks y demases, pareciera ser un área insensible de la sociedad al celebrar el reencuentro con su clientela y editores en pleno conflicto Rusia v/s Ucrania.
Dejando de lado el contexto actual, la moda viene bailando con la fomedad desde hace mucho rato. Mientras algunos creativos de la haute couture original o aprendices de ella ya partieron, otros se retiraron y se aburrieron del sistema y precisamente los más sensibles son siempre los que entregan todo de sí mismos. Cuántas veces soñamos con Josep Font tomando las riendas de Dior y acomodando sus increíbles pero frescos vestidos de gran volumen por sobre el sabor vainilla de Maria Grazia Chiuri o cómo soñamos con que Virginie Viard deje su puesto en merced del futurismo de Nicolas Ghesquière, uno de los últimos rumores y el único que me da esperanza en la moda. Porque sí, a pesar que pasan mil cosas más importantes en todos los rincones, la moda fue alguna vez un escape entretenido, que evocaba hechos históricos, que desarrollaba siluetas eternas y que marcaba uno que otro momento de política o protesta (a ti te miro extrañado Hussein Chalayan). Y pese a la elegancia de una pasarela all black en YSL o el homenaje a la artesanía tejida de los metiers d’art de Chanel, necesitamos más y esperamos que no todas las marcas corran a cortar blazers para dar con la micro mini que Miu Miu ha explotado ya por dos temporadas.
Fotos: Vogue Runway.