Desde que se estableció un calendario concreto y definido para mostrar las distintas colecciones de hombres y mujeres, la creatividad en la moda se transformó en presión por terminar colecciones, encontrar inspiración para los diseñadores y montar un espectáculo digno de aparición en la prensa y las redes sociales. Así, la industria fue mutando y ya no era quizás el espacio donde los creativos pudiesen escribir una carta de amor a las mujeres, a quienes gustaban de vestir de manera distinta tal como lo hacía Balenciaga con su simplicidad elegante o Saint Laurent con su homenaje al street style. La moda es un sistema y hoy, con la pandemia del Covid-19, quizás pueda encontrar la manera de reestructurarse y reencantarse con sus orígenes, dándole la razón al llamado rebelde del sistema, Azzedine Alaïa: Saint Laurent anunció que lanzará una colección a su ritmo y no participará del calendario de Paris Fashion Week.
Cuando los punks emergieron como subcultura reinante de los subversivos años ’70, apelaron a símbolos que fueron distorsionados en su estética: desde la exaltación de os falso a través de sus cabelleras teñidas, pasando por el desafío al orden y la autoridad en la ropa rasgada y las joyas con elementos comunes como afileres de gancho, cada una de las prendas que utilizaron eran metáforas de su inconformidad. Y una de ellas fueron los bototos, zapatos militares que en su look reflejaron esa imposición a la autoridad y que se adjudicaron nuevos significados en sus pies. Y a raíz de ello, la marca Dr. Martens se estableció como calzado oficial del movimiento, uno que en abril cumple 60 años desde su creación.
Los años ’70 y ’80 fueron la época perfecta para el trabajo de la diseñadora Fong Leng, quien convirtió las prendas de ropa en verdaderas obras de arte llenas de fantasía y felicidad. Colores, texturas y materiales se unieron creando verdaderos uniformes de otras galaxias, que se tradujeron en vestidos y abrigos que aparecen ligados a una época que ya no volverá pero que de seguro, persiste en momentos donde la creatividad puede nutrirnos como hoy.
Lo que el viento se llevó se transformó en una de esas películas que sin importar el año, casi todos conocen. Una épica historia de amor en medio de un conflicto en la Guerra de Secesión norteamericana, con una mujer de fuerte carácter interpretada por Vivien Leigh enamorándose de Rhett Butler, el personaje de Clark Gable. El esplendor de los trajes, el glamour de las fiestas y vestidos, todo encandiló a muchas personas, entre ellas al entonces editor de Vogue, André Leon Talley. Fue él quien en 1996 decidió publicar en Vanity Fair una editorial inspirada en la historia pero con un vuelco: los protagonistas serían modelos afroamericanos y los trabajadores, diseñadores famoso. Así, Naomi Campbell fue Scarlet y John Galliano, Ferré y Blahnik algunos de los empleados, todos fotografiados por Karl Lagerfeld.
Las imágenes que nos inspiran siguen apareciendo ligadas al pasado. Una de ellas tiene a la indiscutiblemente icónica Marianne Faithfull -de quien se prepara una biopic con Lucy Boynton-, cantando en un escenario con un minivestido de lúrex y zapatos plateados. El estilo que ha dado la vuelta al mundo en la era de Internet pertenece a una de esas diseñadoras cuyo nombre no es muy reconocido, pero su estilo sí: Rosalind Yehuda.