La Revuelta es una colección de indumentaria masculina que desafía a experimentar la vulnerabilidad de la mujer en la ciudad, enfocada en la situaciones de acoso y abuso callejero, que son muchas veces invisibilizadas o cuestionadas. Tomando la vestimenta como herramienta de comunicación de nuestros ideales, a través de la construcción y performance de nuestra identidad, se hacen visibles realidades que viven las mujeres a diario además de cuestionar marcos patriarcales”. Así nos presenta Emiliana Montes, alumna de Diseño de Vestuario de PUCV, su nuevo proyecto titulado La Revuelta.
Según Emiliana, el marco del acoso y abuso que se ve representado a través de la ropa, se relaciona con emociones recurrentes como la impotencia, la rabia, la inseguridad, el miedo y la incomodidad. “Cada look de la colección representa una de estas emociones, buscando que el usuario a través de la textura, la forma y la gráfica de las prendas logre vivirlas”, afirma. Para presentar su colección realizó una editorial que se ampara en el espíritu rebelde del punk y el grunge, la cual trata de representar experiencias personales de la diseñadora además de otras cercanas a Emiliana.
“Siempre a las mujeres se nos ha enseñado a cuidarnos, a ser señoritas. Y que crecemos pensando que por el hecho de ser mujeres tenemos que estar siempre alerta y a la defensiva, a protegernos constantemente, vestirnos de manera recatada, ocultando la mayor cantidad de piel posible, nunca andar solas por la calle, y mucho menos de noche, no consumir ningún tipo de droga o alcohol más de lo formalmente bien visto, entre otras cosas. Con el fundamento que las mujeres somos más débiles y por lo tanto inferiores que los hombres y que debemos cuidar constantemente de no ser violentadas sexualmente, ya que nuestro cuerpo se ha normalizado como un objeto sexual del cual se puede comentar, opinar y abusar, muchas veces sin sufrir ninguna consecuencia”, sostiene la creadora.
Esta normalización del poder que tienen una gran cantidad de hombres, de incomodar y alterar el vivir de las mujeres y la necesidad de la estas de protegerse constantemente, me llevan pensar que existe una necesidad que esta conducta cambien en dos sentidos; por una parte, que los hombres asuman un respeto íntegro, completo y absoluto hacia las mujeres y, por otra parte, que nosotras no necesitemos estar alertas y precavidas en todo momento. Así como menciona Chimamanda Ngozi Adichie, “pasamos demasiado tiempo enseñando a las niñas a preocuparse lo que los niños piensan de ellas. Pero lo contrario no es el caso. No les enseñamos a los niños a preocuparse por ser simpáticos” (Traducido de Adichie, 2014). De esta manera, se vuelve crucial cambiar la estructura de nuestra sociedad actual, donde se apunte a romper con estas jerarquías patriarcales, tomando todos los géneros por igual.
“Por otra parte creo que el vestuario es un punto clave, tanto frente a las situaciones de acoso y abuso callejero, como también en la manifestación política de las personas, tomándolo como una herramienta de comunicación. Por lo tanto, abordo la temática a partir del vestuario por tres razones principales, la primera, como mencione anteriormente, es porque en muchos de los casos de acoso y abuso sexual callejero, la vestimenta de la víctima es tomada como una causa de este, como si el vestir de cierta manera fuese una invitación a comentar o tocar el cuerpo de otra persona. En segundo lugar me tomo de la capacidad que tiene la indumentaria de condicionar el cuerpo, a través de formas, texturas y materialidades, nuestra ropa es capaz de generar diferentes reacciones en nuestro cuerpo, que van desde la transpiración y la sensación de ahogo, hasta la total deformación de nuestra silueta. La ropa tiene contacto directo con nuestro cuerpo, y por lo tanto lo condiciona, y además es nuestro primer encuentro con el mundo exterior que nos rodea”.