Desde hace varias semanas hemos estado repasando el estilo e imagen de las modelos más importantes de cada década, las cuales acompañaron contextos específicos de belleza. Durante los años ’70, la revista Harper’s Bazaar era un verdadero lugar de experimentación para editoriales y portadas, un nicho que aprovecharon varios fotógrafos como Hiro y especialmente, James Moore.
Durante los años ’60, el reinado de Carmel Snow era sinónimo de una larga y reconocida carrera para varios colaboradores de dicha revista. La misma que formó a Richard Avedon, el dio una oportunidad a otros nombres que hoy son casi desconocidos, pero cuyo trabajo se mantiene como parte de un gran legado visual, imitado incluso hasta hoy. Moore formó parte de la generación de oro de la moda, gracias a la Kodak que a los 12 años recibió como regalo y que lo guió hacia su destino profesional. Ya a principios de los ’60, decidió enviar su portafolio a Harper’s integrando su staff, no sin antes pasar por el estudio de grandes como Louis Faurer e incluso Avedon, absorbiendo de la mejor manera posible todo el conocimiento y experiencia que la leyenda de la fotografía podía ofrecerle.
El año 2004, la Galleria Carla Sozzani decidió organizar una retrospectiva con su trabajo en Italia, reconociendo la introducción de un estilo que sirvió como parte de lookbooks y campañas para Pierre Cardin, Emilio Pucci y un cruce entre la elegancia propia de la época con el filo Space Age que comenzó a aparecer en esos años. Tiempo después se reinventaría como profesor en distintos establecimientos de renombre, participando también en cortos televisivos relacionados con la belleza. Pero luego que emergiera la portada de Harper’s Bazaar con Gwen Stefani para su edición de agosto, el mundo de la moda nuevamente recordó el trabajo inmortal de Moore.
Fotos: TheFashionSpot, DeborahMacDonald, Flickr, MartiriosWay.