Pocas marcas han tenido la capacidad de aparecer en gloria y majestad tal como vivieron hace algunas décadas. Pierre Cardin y Paco Rabanne se concentran en su línea de perfumes y accesorios dejando de lado la magia de la construcción futurista en la que estaban especializados; por otra parte, Vionnet fue capaz de revivir el glamour de los años ’40 con modelos de elegancia pura que son disfrutados por nuevas generaciones, como Carey Mulligan y Ginnifer Goodwin. Y en esta línea se ubica Azzaro, la casa francesa liderada por el diseñador Loris Azzaro y que en los ’60 era grito y plata con sus creaciones.
Azzaro fue una de las pocas marcas que gustaban a mujeres tan disímiles como Angie Bowie y Bianca Jagger, mientras Marisa Berenson se llevaba todos los laureles como rostro principal. Era la modelo/actriz la que aparecía mostrando su mejor pose en revistas como L’Officiel, la misma que dedicaba cada cierto tiempo más de 10 páginas por ejemplar para ilustrar el glamour de sus prendas. Pero el pasar de los años fue destiñendo la indeleble marca de lujo y aunque en este caso, no fue la muerte del diseñador principal lo que apagó su fama –Loris Azzaro falleció recién el 2003-, si lo fue quizás el advenimiento de nuevas marcas y estilos. Pero de la mano de la argentina Vanessa Seward desde el 2004, Azzaro es ahora una codiciada casa de lujo que ya se ha visto en alfombras rojas.
El virtuosismo de Seward la llevó a reversionar modelos vintage a través de detalles como el cuello tipo Peter Pan, el uso de las telas doradas en vestidos monocromáticos y la incorporación de cristales Swarovski como botones en túnicas. Y todo esto no fue casual: sus inicios en Chanel al lado de Lagerfeld, su paso por YSL durante el reinado de Tom Ford y su posterior entrenamiento de la mano del propio Loris Azzaro han dejado huella, consiguiendo un estilo particularmente elegante y centrado en una visión de fiestas. Y por supuesto, muy particular.
