En este artículo número 71 iba a inaugurar (haciendo honor a la cifra que cuantifica lo entregado semana a semana), la década de los 70. Pues sí, llevo seis meses escribiendo sobre los años 60 y ya era hora de dar el paso para revisar los años posteriores, pero resultó imposible… mientras más investigo sobre aquella década (que me sobrecoje en demasía), más sorprende. Y cómo no, si ha sido una de las más potentes en toda la Historia del Diseño… con respecto a cantidad y calidad. Los invito a seguir sumergiéndonos en ella.
Hoy revisaremos el legado de Paco Rabanne, cuyo nombre real es Francisco Rabaneda Cuervo. Nació en el País Vasco en 1934. Su madre fue Jefa de Taller del diseñador español Cristóbal Balenciaga, lo que sin duda generó una fuerte influencia en su hacer. Arquitecto de profesión formado en la Ecole des Beaux Arts de París, graduado en 1964. Financió sus estudios dibujando figurines de moda. Comenzó en 1962 a fabricar accesorios de fantasía, como botones o bordados, que se aplicaron a prendas de alta costura firmadas por Balenciaga, Nina Ricci, Pierre Cardin, Courrèges y Givenchy. En 1965 crea accesorios de “Rhodoid”, marca registrada para referirse a un plástico que tiene como base acetato de celulosa y es transparente. Pendientes, gafas y cascos es lo que diseña, en colaboración con Rosier, Bailly y Khan, notables estilistas del prêt-à-porter industrial de la época.
El año 1966 inauguró su carrera como diseñador de vestuario, a través de la presentación de una colección de doce piezas bautizada como “Unwearables” o “12 vestidos imposibles de llevar fabricados en materiales contemporáneos”, entre ellas su primer vestido de plástico. El año 1966 Paco Rabanne debutó en la alta costura, a la edad de 32 años, donde obtuvo un gran reconocimiento por vincular discos plásticos y metálicos a vestidos, gafas de sol y joyería construida en colores primarios.
Sus vestidos fueron hito en aquel momento por su materialidad, pequeñas piezas geométricas plásticas, y el modo constructivo, uniones a través de cadenas, donde la experimentación era lo que fundaba: ¡todo se concebía desde lo nuevo!. Su taller era más bien un laboratorio, donde los textiles y los figurines coexistían con sopletes y diferentes tipologías de metal: no por nada Coco Chanel lo bautizó como “el metalúrgico”. Había que girar el diseño de vestuario… era el tiempo de proponer, arriesgarse y de mirar hacia el futuro. Y Paco Rabanne lo gritó.
(Continúa la próxima semana).