Por más de 50 años, Irving Penn se transformó en una fuerza inigualable en Vogue. Sus retratos, sus editoriales, sus beauties y hasta sus flores formaron parte de las páginas de la revista como un respiro entre cambios y modernidad. Su maestría para retratar momentos de la moda e hitos de la historia se vieron a través de imágenes con su esposa, la primera supermodelo (Lisa Fonssagrives), su editorial de El Cuzco en 1949 o sus fotos grupales de modelos. Y en 2004, cuando aun le quedaban energías, decidió retratar a Nicole Kidman llevando alta costura y el resultado fue mágico.
Vestidos de Christian Dior por Galliano, Olivier Theyskens, Jean Paul Gaultier; cada una de las creaciones parecía sacada de otra era, una donde el simple fondo de un estudio y la elegancia del sujeto bastaban para crear la más perdurable de las editoriales. Kidman, recientemente divorciada de Tom Cruise por ese entonces, demostraba una vez más que podía ser un cisne clásico de los años ’30, una delicada fuerza gracias a la guía de Penn.
La espalda de Kidman y el vestido de Christian Lacroix adornaron la portada de Vogue ese año, convirtiéndose de inmediato en un clásico. Aun es recordada por todo lo que representa y además, por no tener los molestos titulares excesivos que hoy mantiene la publicación en sus portadas. Sea como sea, esa edición es un verdadero viaje en el tiempo y aun es toda una lección para cualquier fotógrafo de moda.
Fotos: Vogue.