Desde los ritmos más alegres y tropicales, hasta las adaptaciones propias del rock, pop y folklore chileno, los hitos estéticos que han acompañado a la historia popular de nuestra música han sido varios. La experiencia sonora visual que puede llegar a mostrar un concierto o un videoclip, son algunas de ellas, pero antes también están la ropa, las imágenes y las tipografías de vinilos, casetes y cd’s, junto con el poder de los medios de comunicación, así como también la puesta en escena sobre el escenario.
Actualmente, y al igual que en el teatro, el escenario de los músicos debe tener elementos visuales que acompañen el sonido y entreguen identidad al artista. La ropa, en ese sentido, es una propuesta que puede entregar personalidad y coherencia respecto al discurso tras las letras, y al mismo tiempo enaltecer la sensación total de una presentación musical. “El traje hace al personaje”, dice el director de arte de la serie Sudamerican Rockers, José Luis Muñoz, quien antes de participar en la historia de ficción que recrea la vida de Los Prisioneros, también participó de la serie Los 80.
Para él, recrear el vestuario de una época tiene que ver con identificar los modelos transversales de indumentaria, así como los modelos socioeconómicos y las calles e interiores de una casa. En términos de ropa, la clave va por las siluetas: “La silueta de los 70 es más acampanada, más hacia abajo; en los 80′, todo crece y la figura marca su atención en los hombros: hay aros grandes, peinados voluminosos y mucho, mucho maquillaje”, describe en conjunto con la diseñadora Gabriela Tapia, quien es la encargada del área de diseño de vestuario de Sudamerican Rockers. ¿Cuáles eran los tipos de siluetas antes de los 80 y cómo estos se traspasaban a los artistas chilenos? Pues partamos por los años 50.
Nueva Ola y Canción Chilena
Vestidos de cintura avispa o figura reloj de arena gracias a la influencia del New Look de Christian Dior fueron parte de la estética femenina de los 50, que posteriormente se vio complementada con la llegada de las mini faldas y los pantalones ajustados. En Chile, esos años estuvieron marcados por la Nueva Ola y la Nueva Canción Chilena, donde figuran ídolos juveniles como Peter Rock, Buddy Richard, Gloria Benavides, José Alfredo Fuentes, y Cecilia, marcados por el rock and roll y las estéticas de personajes como Elvis Presley. El corte pixie de Cecilia y sus chaquetas platinadas con cuellos solapados; los trajes elegantes de terno y corbata de Richard y las patillas transversales del Pollo Fuentes, son solo un ejemplo de ello.
Por la Nueva Canción Chilena, en tanto, las canciones de crítica social y sentimiento latinoamericano eran expresadas por bandas como Quilapayún o Inti-Illimani, donde, en el caso del primero, todos sus integrantes se vestían completamente de negro, con ponchos y pantalones rectos, barba y guitarra.
A principios de los años 60, también se formó otra banda hito dentro de uno de los géneros más populares de la música nacional. Se trata de La Sonora Palacios, una de las orquestas tropicales más antiguas y aún vigentes de nuestro repertorio, donde todos sus integrantes visten igual —como una gran orquesta— y los ternos estridentes con solapas satinadas y colores llamativos se roban el protagonismo. Los Domingos, Los Peniques, Los Vikings’ 5 y La Sonora de Tommy Rey —que se desprende de la separación de La Sonora Palacios en 1982—, también serán referentes de este género y de este modo tan particular de perfilarse sobre el escenario.
70’s: Onda hippie, onda disco, dictadura y TV
A principios de esta década, empieza a tomar relevancia la ropa autóctona, creada por diseñadores como Marco Correa y su base en la iconografía de pueblos originarios e íconos precolombinos. En las calles también se veía la expresión de las brigadas muralistas, como Ramona Parra e Inti Peredo, que basaban su estética en el colorido de elementos simbólicos como palomas, manos y espigas para entregar un mensaje político. La estética incluso después sería acuñada por grupos como Illapu, quienes la incluyeron en la tipografía de su disco “El Canto de Illapu” de 1981. Respecto a la moda, esta década brilló por la Onda Disco de zapatos de plataforma, pantalones acampanados y camisas solapadas con cuello en V profundo, que también formaron parte de la silueta del movimiento hippie. Ropas de colores brillantes y desteñidas, símbolos como la flor o dibujos étnicos, también formaron parte de esta contracultura que abrazaba la revolución sexual, rechazaba el consumismo y creía en el amor libre. En Chile, un ejemplo de este movimiento se vivió en el Festival de Piedra Roja, o Festival de los Dominicos, en octubre de 1970.
Con el Golpe de Estado de 1973, toda esta expresión se acalla y simplifica. Muchos de los artistas de la Nueva Canción comenzaron a vivir en exilio, y un relativamente nuevo medio de comunicación sirvió para difundir el cancionero de la época: la televisión.
Sábado Gigante, Cuánto Vale el Show y El Festival de la Una son algunos de los programas que hasta la década de los 90 dedicaron segmentos enteros a presentar competencias y presentaciones de artistas chilenos, al igual que el afamado Festival de la canción de Viña del Mar, que comenzó sus transmisiones a partir de 1963. De acuerdo al periodista y director de Radio Uno, Sergio Cancino, esos programas “consolidaron una cultura pop común y generacional. En dictadura la oferta televisiva era limitada y lo que aparecía en pantalla era referente. Yo digo “¡Hola, qué tal!”… y todos con memoria suficiente saben qué responder. En términos mediáticos, crecimos en un barrio con límites muy claros, que superó incluso diferencias de edad y grupos socioeconómicos. Esa homogeneidad es parte de lo que explica el éxito del revival ochentero en Chile”.
Los Prisioneros: La voz de los 80
En los 80, el rock y el punk hacen su aparición en términos masivos de preferencias musicales e indumentaria. Los Prisioneros fueron la banda emblema de la década, cuya estética partió arraigada en un discurso propio de guitarras y letras afiladas, queriendo alejarse de toda referencia externa para ser coherentes con su origen de barrio. La forma de subirse al escenario era con jeans, chaleco cuello en V y zapatillas North Star. “Su gracia era que el look no sobresaliera de ningún niño de San Miguel. Uno ahora lo ve con filtro de tiempo y se puede llegar a pensar que eran onderos, pero la realidad es que todos eran así”, explica la diseñadora de vestuario tras Sudamerican Rockers, Gabriela Tapia, cuya explicación se puede entender de manera aún más clara si recordamos el video “Sexo”, donde Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia nos reciben en una casa común y corriente, con escobas en lugar de bajo y guitarra, e indumentaria que no escapaba más allá de la camisa cuadrillé de González.
Otros grupos contemporáneos a Los Prisioneros fueron Viena —que sí se acomodó más a la silueta ochentera marcada por hombreras, pelos voluminosos y maquillaje de la época—, UPA!, Cinema y el estilo punk con mohicanos de los Pinochet Boys. Respecto a la puesta en escena sobre el escenario, Electrodomésticos es pionera en el uso de sintetizadores y presentaciones pulidas con material audiovisual. Los Jaivas, en tanto, se hicieron transversales gracias al álbum “Alturas de Machu Picchu” (1981) y su documental histórico con los integrantes vestidos de blanco, con las ruinas y el paisaje peruano de fondo.
90’s: Generación MTV y una nueva explosión de géneros musicales
Es el año 1993. MTV Latinoamérica inaugura sus transmisiones en la región y el primer video es “We are Sudamerican Rockers”. En los próximos años, el culto a este canal y el florecimiento audiovisual de los videoclips harán que toda una generación utilice al medio como catálogo de nuevas bandas. Paralelos a MTV, en Chile, se emiten programas como Más Música, El Magnetoscopio Musical y Sábado Taquilla.
Por su parte, distintos grupos chilenos entregarán nuevos sentidos a la música y estética visual de la época: Los Jaivas y Los Tres con rock folklórico; Chancho en Piedra con su rock cómico, su chancho juanito y sus vestuarios circenses; Tiro de Gracia y Los Tetas como expresión del hip hop, el rap, el funk y los grafitis; Gondwana con reggae y rastas, y Nicole y Javiera Parra y los Imposibles como íconos pop, que para el 2000 estaría representado por bandas como Supernova, Stereo 3 y Glup!
La Ley, que era otro grupo que venía de los 80, marcó un quiebre en el cuidado que prestaban a la estética y al concepto de show, con un frontman magnético como Beto Cuevas, describe Sergio Cancino. “Mantenían un look súper europeo, tipo Depeche Mode, pero en esa época las influencias vienen de todos lados y existe de todo”, agrega Marcelo Aldunate, productor musical y hombre de radio por más de 30 años. De acuerdo a Aldunate, un recorrido por las carátulas de discos y casetes chilenos dan por protagonista a placas como “La voz de los 80” de Los Prisioneros, “Pongo en tus manos abiertas…” de Víctor Jara, y “La Culpa” de Los Bunkers, entre otros pocos. Y es que “Chile todavía no tiene una carátula como ‘Abbey Road’ de Los Beatles”, concluye el productor.
Puesta en escena sobre el escenario: El look total que se lleva hasta hoy
El contexto de globalización a principios de la década del 2000, que comenzaba gracias a Internet, sugerirá ir en busca de proyecciones internacionales que harán que los artistas deban preocuparse por la espectacularidad de sus conciertos y la presentación estética sobre el escenario. El concepto ahora va más allá del vestuario y se preocupa por la puesta en escena total, algo que artistas como Daniel Riveros (Gepe), Manuel García, Javiera Mena y Francisca Valenzuela, tienen muy claro a la hora de pisar un escenario. “A principios del 2000, la puesta en escena era más bien austera, lo que importaba era la actitud y daba lo mismo si el escenario estaba pelado o había una jaba de cerveza. En mi visión, siento que fue a partir del 2005 o 2007 —cuando aparecen productoras como Evolución— que ese valor agregado de la puesta en escena se profesionaliza”, explica Ignacio Orrego, director y fundador del sitio de fotografía, Fotorock. De acuerdo al fotógrafo, bandas actuales y emergentes como Miss Garrison o Prehistöricos han partido con una conciencia de que cuando se va a tocar, “tiene que haber algo más”.
“Al fin de cuentas, la música habla sola, independiente si te vistes bien o mal”, continua Orrego, ejemplificando con artistas como Gepe y Manuel García, quienes, junto a la evolución de sus discos, también han ido integrando propuestas escénicas para sus conciertos, como las presentaciones con bailarinas y trajes altiplánicos y folklóricos de Gepe en eventos como Lollapalooza Chile 2013 o el Festival de Viña 2014.
Hoy, el músico sin traje y sin discurso visual se ve en clara desventaja del resto que sí busca expresar coherencia estética. Desde las portadas de discos físicos o digitales en iTunes, hasta los videoclips en YouTube o los perfiles de redes sociales, lo musical va de la mano con lo estético y las historias visuales que complementan los sonidos instrumentales y vocales. La estética de la canción popular chilena hoy toma en cuenta el vestuario y los escenarios, con las carátulas aún como deuda impaga.
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