Todas las películas de Jean-Marc Vallée nos acostumbran a cuestionarnos gran parte de nuestra vida. En el caso de C.R.A.Z.Y. (2005) se trata de esa etapa en la que la identidad nos acecha pero no la aceptamos, a través de la historia de un hombre que ve cómo desde la niñez hasta su adultez niega su homosexualidad en pos de favorecer las decisiones familiares, todo bajo el contexto glam de los años ’70 y por supuesto, la influencia del gran David Bowie.
Gervais vive junto a sus cuatro hermanos, todos muy diferentes, en Montreal junto a unos padres católicos muy conservadores. Siempre sufre el bullying de sus hermanos ya que su madre cree que nació con un don muy especial, el de “curar” los males y enfermedades de los demás incluso a través de una simple llamada telefónica. Pero Gervais pronto se da cuenta que se siente atraído por otros hombres, e incluso se viste con la ropa de su mamá cuando su padre no está. Y ahí se plantea esa clásica dualidad entre ser fiel a si mismo y el no decepcionar a tus papás, algo que podemos ver de manera universal a través de las décadas. Pero Gervais lo vive justamente en la época de la androginia musical, donde se rebela de alguna manera para luego seguir un camino más tradicional, debatiéndose constantemente entre ambos mundos.
Lo que C.R.A.Z.Y. nos muestra además viene cargado de estilo; a través de la historia, podemos ver el paso del protagonista por todo tipo de estilos: la música de Patsy Cline, que tanto adoraba su padre, hasta llegar al rock and roll setentero, el punk que es reflejo de su propia rebeldía y mucho más. Así que esta película tiene toda una reflexión en forma de looks icónicos, momentos inolvidables y por supuesto, mucha nostalgia y sentimentalismo.
Fotos: IMDB, MoMa, Closeupfilmcentre,