Desde 1999, el periodismo de moda ha contado con la pluma y figura de Cathy Horyn en The New York Times. Como editora en jefe de la sección On The Runway, Horyn se ha destacado, junto a Suzy Menkes y Tim Blanks, como parte de un trío dorado reconocido por diseñadores y marcas. Pero nadie ha sido tan crítica como Horyn. Su osadía y compromiso con sus opiniones incluso la llevaron a tener prohibida la entrada a ciertos desfiles, algo que se acaba a partir de esta semana pues la periodista anunció el fin de su columna.
A diferencia de otros cierres de ciclos, el de Horyn marca definitivamente una era de controversias que iban de la mano con sus siempre directas opiniones. En una época en que periodistas y especialmente bloggers se sienten comprometidos con diferentes marcas a través del sistema de canjes y regalos por opiniones positivas, Horyn era realmente una brisa fresca en medio de esto. “La colección mezcló ideas de Ann Demeulemeester e Issey Miyake –sin su sentido de energía e intuición-, y por esa misma razón, el show fue algo aburrido”, señaló alguna vez al referirse al estilo de Alexander Wang. “Pero la globalización e Internet asegurarán que esas mismas prendas le parezcan nuevas a alguien”, adhirió en la oportunidad. “En una época donde estamos acostumbrados a los trucos galácticos y al look de muerta de Lady Gaga, ver ropa de colores suaves nos hace querer algo más terrenal”, afirmó también el 2010.
Desde Oscar de la Renta hasta Hedi Slimane sufrieron la dura opinión de Horyn, quien escribió más de 1.000 artículos sobre desfiles, marcas e historia de la moda. “En cuanto a diseño, la ropa parece menos valiosa que el empaque de Saint Laurent. Sin su etiqueta, los vestidos grunge del Sr. Slimane no serían atractivos, porque no tienen nada de especial”, afirmó en una famosa ocasión. “En estos tiempos, Internet representa un mundo más vivaz, osado y moderno que lo que vemos en pasarelas y revistas establecidas”, dijo también el 2011 y “De la Renta es como el hot dog de la moda”, afirmó hace un tiempo, refiriéndose a que su propuesta es más un modelo popular que alta costura. Sea verdad o no, Horyn hizo su camino tomando la opción menos popular: la de ser completamente honesta con lo que creía. Es solo cuestión de ver cómo se vestía para ir a los desfiles.