Desde hace algunas temporadas, muchos se cuestionaban cuál sería el próximo gran paso de la moda, ese que llamara nuevamente la atención sobre la pasarela y dejara de lado el espectáculo que se vivía fuera de ella con sus it girls, it boys y demases. Ante el menor indicio de algún movimiento en una gran casa de diseño, la expectación crecía y también los rumores, pero los movimientos comenzaron a ser pan de cada día y se instalaron como un fenómeno que expuso la principal problemática de todas: el dinero manda de manera absoluta.
Con los chinos arrasando completamente el mercado del lujo cada año –viajan especialmente para adquirir productos de varios diseñadores en Europa-, pero además otros fieles devotos de marcas de las cuales ya no queda pista de su ADN original, la moda continúa siendo un gran negocio. Pese a crisis económicas, recesiones y un contexto que siempre afecta de alguna manera, la moda es a pesar de todo un gran motor, una industria que ahora permanece expuesta simplemente como es; ya quedó atrás el romanticismo, el soñar con la originalidad o con el impacto que pueda tener alguna silueta en el vestir femenino. La unión del arte y la moda tampoco es lo mismo, salvo excepciones que tienen a Viktor & Rolf luchando por mantenerse como la misma marca de culto que emergió hace un tiempo, todo a su manera. Los directores creativos ya no son esa fuerza que le daba vida a una casa; ahora todos sabemos que son desechados bajo intereses propios de los conglomerados, liderados por LVMH y Kering o cuanto millonario existe.
Otra era: Oscar de la Renta bailando en los ’70
Se acabó la mística, el romanticismo; cuando murió Oscar de la Renta, todo terminó. Raf Simons optó por la libertad ante la presión de coronarse con más de cuatro colecciones anuales; Alexander Wang fue despedido de Balenciaga justo cuando lanzó su colección más destacada para la casa y Alber Elbaz, el mismo que jugueteaba con su rol en los videos corporativos de Lanvin, fue despedido simplemente por un capricho de la dueña de esa marca. ¿Dónde están esos couturiers que luchaban por sus diseños y lograban imponerse con osadía? ¿Qué nos deparará el 2016, sabiendo que en Dior ya anunciaron que dos temporadas más serán completadas simplemente con un equipo anónimo tras bastidores?
Pese a que Karl Lagerfeld sea el último gran bastión de la moda, el último que vivió el pasado esplendoro y el presente incierto, no es el mejor ejemplo: la sobrevivencia del alemán va de la mano con su capacidad de adaptación a ese sistema tan rápido, que privilegia cualquier movimiento de ventas y carece de alma. El mismo sistema lo tiene produciendo colecciones para Fendi, Chanel, Karl Lagerfeld, fotografiando sus propias campañas, lanzando colaboraciones y manteniéndose extra vigente, pero a costa de su propia vida personal como vimos en “Lagerfeld Confidential”.