Vestido des-vestido: la instauración del traje de baño

Vestido des-vestido: la instauración del traje de baño
En esta entrega, algo sobre la historia del mítico y bien ponderado traje de baño, revestimiento importantísimo en el ámbito del descanso, del deporte y de prácticas ligadas a la mejora de la salud:
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el sistema de vida mejora en algunos estratos sociales, lo que genera que las personas tengan mayores posibilidades de disfrutar actividades ligadas al ocio y al deporte de la natación. El trasladarse a las piscinas o viajar a lugares de veraneo fue factible debido a la evolución que tuvo el transporte público y se hizo una práctica muy popular. Además los baños de mar tenían en esta época una connotación terapéutica: los médicos recomendaban a sus pacientes el tomar baños para prevenir y curar numerosas enfermedades como la anemia, casos de afección del sistema nervioso, fracturas, esguinces o luxaciones, también para el asma crónico y todas las enfermedades de la piel. El agua marina se consideraba precisa para aliviar estas afecciones, restablecer y aumentar la energía vital del individuo, a causa de los minerales de los que está compuesta.
Este hecho fue una excelente excusa para que las señoras de la época puedan mostrar su elegancia y gusto refinado en la playa. La particularidad del traje de baño del siglo XIX era que estaba inspirado en la lencería (eran prendas muy ornamentadas), pero debía alejarse de cualquier connotación ligada al erotismo. Para ello se usaron colores oscuros, como burdeo, azul marino, café, la escala de grises o negro. El traje de baño estaba compuesto por una túnica y unos pantalones cuyo largo llegaba hasta la parte inferior de las rodillas:  juntos cubrían casi la totalidad del cuerpo. En algunos casos, el atuendo completo incluía un gorro o boina y unas zapatillas de tela. Con respecto a la materialidad, ésta era en base a lana, que resultó poco adecuada y práctica, pues se deformaban y “quedaban colgando” con el agua. A continuación se buscaron, por lo tanto, otros materiales de confección como la franela. Para incrementar la caída de las túnicas se le añadieron plomos, y luego para mantener el volumen de las prendas se usaron cortas enaguas llamadas “enaguas de lavandera”, las cuales eran de tafetán fino. Con paso del tiempo este vestido fue acortado y adquirió carácter popular por la mejora de su función. En relación al traje de baño masculino, los hombres usaban un pantalón corto fabricado con telas de tapicería, que generalmente tenía un estampado a rayas.

En esta entrega, algo sobre la historia del mítico y bien ponderado traje de baño, revestimiento importantísimo en el ámbito del descanso, del deporte y de prácticas ligadas a la mejora de la salud:

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el sistema de vida mejora en algunos estratos sociales, lo que genera que las personas tengan mayores posibilidades de disfrutar actividades ligadas al ocio y al deporte. El trasladarse a las piscinas o viajar a lugares de veraneo fue factible debido a la evolución que tuvo el transporte público y se hizo una práctica muy popular. Además los baños de mar tenían en esta época una connotación terapéutica: los médicos recomendaban a sus pacientes el tomar baños para prevenir y curar numerosas enfermedades como la anemia, fracturas, esguinces o luxaciones, también para el asma crónico y todas las enfermedades de la piel. El agua marina se consideraba precisa para aliviar estas afecciones, restablecer y aumentar la energía vital del individuo, a causa de los minerales de los que está compuesta.

Este hecho fue una excelente excusa para que las señoras de la época puedan mostrar su elegancia y gusto refinado en la playa. La particularidad del traje de baño del siglo XIX era que estaba inspirado en la lencería (eran prendas muy ornamentadas), pero debía alejarse de cualquier connotación ligada al erotismo. Para ello se usaron colores oscuros, como burdeo, azul marino, café, la escala de grises o el negro. El traje de baño estaba compuesto por una túnica y unos pantalones cuyo largo llegaba hasta los bordes de las rodillas. En algunos casos, el atuendo completo incluía un gorro o boina y zapatillas de tela tipo bailarinas. Con respecto a la materialidad, ésta era en base a lana, que resultó poco adecuada y práctica, pues se deformaban y “quedaban colgando” con el agua. A continuación se buscaron, por lo tanto, otros materiales de confección como la franela. Para incrementar la caída de las túnicas se le añadieron plomos, y luego para mantener el volumen de las prendas se usaron cortas enaguas llamadas “enaguas de lavandera”, las cuales eran de tafetán fino. Con paso del tiempo este vestido fue acortado y adquirió carácter popular por la mejora de su función. En relación al traje de baño masculino, los hombres usaban un pantalón corto fabricado con telas de tapicería, que generalmente tenía un estampado a rayas.

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