Cada una de sus pasarelas se transformó en un momento inolvidable de la moda. Sus diseños, el estilismo, pelo y maquillaje, además de la escenografía, cautivó con creces a quienes vieron su ascenso en los años ’90, una época donde se consolidó como un visionario. Alexander McQueen pudo haber diseñado tantos hitos como quisiera, pero no habría sido el creativo que conocemos sin la ayuda de otros nombres como Shaun Leane, el joyero que fabricó varios elementos imprescindibles de sus colecciones.
Leane fue el artista tras el corset de pequeños metales horizontales de la colección F/W 1999-2000, el mismo tras la joyería bucal de Eshu F/W 2000-01 y de la armadura de joyas de Eye, S/S 2000. Leane se transformó en un partner creativo que pudo trasladar todas esas sensaciones que el inglés quería transmitir en sus shows, logrando con creces estar a la altura de otros como Philip Treacy. Leane conoció a McQueen en 1992, mientras era un estudiante en Central Saint Martins. El joyero realizaba piezas clásicas para la monarquía, cuando de repente su estilo cambio de manera radical con este nuevo amigo.
En 1996 comenzaron a aparecer las primeras piezas de su autoría en las pasarelas de McQueen. Así, los amigos se transformaron en firmes colaboradores cambiando para siempre la percepción acerca de los accesorios y de cómo moldear desde cobre hasta otros elementos utilizando el cuerpo femenino. Leane fue también el responsable de montar el corset de espina dorsal, uno de los momentos más populares del diseñador en su carrera, un homenaje al más oscuro surrealismo. Cuando el diseñador se suicidó el 2010, el joyero pasó cinco años en silencio, contemplando su legado y despertando públicamente solo cuando le pidieron colaborar en la exhibición Savage Beauty. Así, Shaun dejó en claro que los momentos que vivió junto al hooligan de la moda cambiaron su rutina para siempre.
Fotos: Dazed, Runway.