Todas las mujeres en algún momento de nuestras vidas caemos en algún grado, en el estilo marimacho. Ya sea porque nos gustan los deportes, por comodidad, por poca confianza hacia nuestro cuerpo, por política… Absolutamente todas, en mayor o menor medida, optamos por inercia o con decisión, por no ser femeninas, o por lo menos, no en el sentido convencional del término.
Aunque la palabra sea anacrónica, una entrevista a la comediante Sarah Silverman (si no la conoce, hágase un favor y haga click aquí) para el NY Times me hizo pensar : ¿Que hace que una mujer reniegue de lo que se supone “la hace mujer” y opte por prendas más masculinas, siendo que la variedad es una de las mayores ventajas que tiene el guardarropa femenino por sobre el masculino? Las respuestas las tiene cada una, y aunque la comodidad sea la más inmediata estoy segura de que en la mayor parte de las veces, sólo juega un 50% de la ecuación.
En algunos casos, como en el de Sarah Silverman, su guardarropa “de niño de 14 años” es un modo, según su entrevista , de suavizar un humor que a muchos les parece ofensivo y demasiado violento. Buscando otros casos, me acordé de todas aquellas chicas que conocí alguna vez que concientemente escondían sus curvas, cuando sienten que son demasiado abrumadoras para, digamos, niños de octavo básico o una oficina de abogados. Y por supuesto, las hay aquellas que transforman, en una jugada fashion arriesgada y llena de audacia, el guardarropa masculino en femenino, lo que parece decir “soy tan increiblemente femenina y chic que ni siquiera esta camisa de hombre-smoking-jardinera- puede conmigo”.
Contando, además, de que en estos tiempos eclécticos, casi todo estuvo está o estará de moda en el corto plazo, ¿Que significa vestirse como hombre? ¿La ropa ancha? ¿La ropa deportiva? ¿Las zapatillas?
Por supuesto, yo tambien tuve mi etapa. Fui una marimacho de tomo y lomo fue entre los 4 y los 9 años, entre los cuales, mi mamá se cansó de vestirme con vestidos de colores pasteles (que terminaban inevitablemente manchados con jugo yupi rojo) y zapatos de charol; y empezó a vestirme de obrero. Zapatones, jeans de colores oscuros y poleras complementaban, además, un corte de pelela que confundía a los mayores de 60 años. Un par de veces me dijeron “niño”, incluso. Todo terminó cuando fui creciendo, sin embargo, incluso hoy, creo que me inclino más al lado marimacho de la vida que al de las blondas rosadas, por mucho que me gusten los tacos y las carteras. Hay algo raro cuando me visto muy “minita” que hace que me sienta fuera de lugar, un poco disfrazada de travesti, demasiado complaciente… ¿Les pasa a ustedes lo mismo? ¿Hay “marimachos” asumidos como opción fashion en el público de VLC o son todas un grupo de señoritas?