Hace unos días, un artículo de The Frisky mostraba que una cuenta de Instagram le dio a su editora Carrie Nelson un makeover sin pedirlo: @photoshop_fantasy tomó una de sus selfies publicada en su propia cuenta, le aplicó la cantidad de PhotoShop deseada por sus creadores y la subió con este cambio a su propio Instagram, todo sin permiso de su dueña.
Días después que Nelson publicara su historia, acusando a esta cuenta de robar fotografías ajenas y transformarlas sin permiso de sus dueñas, @photoshop_fantasy emitió un comunicado disculpándose por sus acciones, borrando la fotografía en cuestión pero siguiendo con su labor de darle ese “ansiado” cambio a cualquiera que lo deseara. A pesar de la innovadora idea, aquí estamos ante varios conceptos: ¿qué pasa cuando se acepta totalmente que necesitamos vernos perfectos, cual modelos de revistas, aun sabiendo que nadie luce así sin ayuda del PhotoShop? ¿Es esta cuenta una manera divertida de variar en las redes sociales o simplemente un retroceso en la manera de aceptarnos lejos de la fantasía? Las dudas son múltiples y la cuenta de Instagram, cada vez gana más popularidad.
