A principios del 2000 una carismática y talentosa joven colombiana comenzaba a llamar la atención en el mundo de la música. Moviendo sus caderas en el escenario y vistiendo cueros, jeans desgastados, accesorios extraños y mechas de colores, Shakira comenzaba a encontrar su espacio en la industria musical. Trece años han pasado desde eso y la evolución tanto en su look como en su música es innegable. Hoy su estilo es más sofisticado, pero sin dejar de lado lo audaz y lo latino que la caracteriza y distingue de otras estrellas de la música pop.
Sus transformaciones de estilo están fuertemente marcadas por sus radicales cambios de peinado y color de pelo. En los 90′ era dueña de un look folk-rock, en el que su cabello negro, liso y largo, además de jeans y poleras simples denotaban su preciado amor por el color negro, mientras que a mediados del 2000, sorprendió a todo el mundo con un rubio platinado que vino acompañado de un cambio corporal y de estilo, apareciendo con varios kilos menos y luciendo prendas más osadas, dejando su cuerpo al descubierto junto con sus nuevas curvas y siendo la pionera de un estilo que luego sería bautizado como gipsy-pop.
Para lograr internacionalizarse y entrar al mercado norteamericano editó álbumes en inglés, en los cuales se encargó de explotar su lado sensual, mostrando mucha piel y teniendo predilección por piezas de vestuario que apelaban a sus raíces libanesas. Encontrándose en una etapa algo étnica en su forma de vestir, con camisetas, escotes, pantalones ajustados y su implantado uso de pantalones a la cadera, comenzó a mostrar mucho más su abdomen, dejándolo a la vista en gran cantidad de ocasiones o utilizando piezas transparentes.
Hoy se mantiene rubia, variando cada cierto tiempo la tonalidad. Sus apariciones en las alfombras rojas suelen ser alabadas y sus orígenes latinos parecen no abandonarla, pues en cada pieza que utiliza sus atributos y raíces colombianas parecen aflorar, haciendo a la reina del pop latino una figura única entre las cantantes estadounidenses.