No es raro que Brasil tenga la semana de moda más potente de América del Sur. Con más de 20 mil fábricas, ese país es el sexto mayor productor textil del mundo, y la industria de moda genera 1,4 millones de empleos, según datos entregados en una conferencia que le escuché a Kathia Castilho, socióloga de ese país que se ha especializado en moda. Y es sabido que, donde hay industria, hay empuje para el diseño, y de eso dan cuenta las casi 150 escuelas de moda que hay en el país.
El problema está en que el 70% de la industria usa algodón como fibra principal, y el algodón –ya sabemos– es lo más contaminante que hay. Por eso, la propia Kathia denunció que en un encuentro de moda en su país, muchos empresarios dijieron que era peligroso hablar de sustentabilidad en moda. “Todavía hay mucha resistencia”, dijo.
Aún así, hay inciativas que se suman a la preocupación medioambiental. La más conocida es la quye hace la firma Osklen, concebida por un médico alpinista. El creó el Institue e (www.e-brigade.org) que promueve una red de acciones colectivas, trabajo en comunidades y otras inicitaivas que van en la línea de crear textiles ecosustentables. ¿Algunos ejemplos? El látex natural, que se consigue sin talar los árboles, sólo haciéndoles fisuras. O el uso del cuero ecológico de pescada amarela, material que de no usarse en moda sería un residuo industrial.
En Chile, me parece, estamos a años luz de todo esto. De tener una industria, de tener una buena semana de moda, y de tener iniciativas ecológicas que vayan más allá del mero reciclaje, que es muy entretenido pero a mi modo de ver aporta pocazo a la conservación del medio ambiente, porque la basura que se produce es muchísima y el reciclaje en moda rescata apenas un par de cositas. Mucho mejor sería enfocarse en el uso de materiales reciclables y en procesos de producción limpios. Si saben de iniciativas chilenas en esa línea, cuénteme!