Según el diccionario, la elegancia es la cualidad que presentan aquellas personas en su manera de comportarse y que se caracteriza por su gracia y sencillez. Pero el concepto como lo entendemos hoy, tal vez no tendría el mismo parámetro sin la existencia de George Bryan Brumell, un hombre que vivió en Inglaterra en el siglo XIX y a quien conocemos como el primer dandy del mundo.
El dandy, ese hombre excéntrico y excesivamente preocupado por su aspecto (cosa que debe pasar como algo absolutamente natural e inadvertido), fue la razón de la existencia de Brumell, acuñando la frase que parece ser la referencia principal de quienes siguen el lineamiento de esta estética en particular: “Si la gente se voltea a mirarte en la calle, no estás bien vestido”. La sencillez y la extravagancia parecían mover a este hombre que odiaba la ropa nueva, haciendo que sus ayudantes se pusieran éstas prendas para que le quitaran “la vulgaridad de lo nuevo”. Pero su excentricidad no paraba ahí, ya que acostumbraba darse baños de leche y lucir sus ropa en frente a la vidriería de las tiendas, en tiempos en que aún no existían los maniquí. Si bien existen muchas otras cosas que llaman la atención de este personaje, ciertos hechos parecen rumores e invenciones de sus tiempos que no han podido ser comprobados históricamente.
Caracterizado en muchos artículos y textos como un verdadero trepador social, Brummell tomó el puesto como Consejero de la Moda del rey Jorge IV, y su nivel de confianza fue tal con él, que pronto pasó a hacerse cargo de la vestimenta del ejército inglés. La nobleza temía entonces por sus ácidos comentarios en torno al buen vestir. Debido a su trabajo para el rey, el primer dandy tuvo que viajar por Europa y trabajar con los mejores sastres, muchos de los cuales emigraban a Inglaterra buscando oportunidades que las condiciones económicas y sociales europeas no permitían. Esto le permitió imponer su estilo, apoyado en las teorías higienistas de aquellos tiempos que buscaban y promovían la limpieza corporal, algo no muy común en los tiempos donde el agua potable casi no existía y ase cultivaban una serie de infecciones.
Pero la idea de la sobriedad y la elegancia no le alcanzó a Brumell para salvarse de una muerte solitaria y triste. Decidió abandonar su trabajo en el ejército y alejarse de la monarquía donde llegó a ser llamado “el ministro de la moda”. Su desfachatez y su vida de excesos después de su renuncia al ejército lo llevaron a morir en una solitaria pensión francesa aquejado por la sífilis, muy lejos del glamour que lo caracterizó en sus años dorados. Sin embargo, en su legado no sólo se cuenta el concepto y el ideal del dandy, también está la creación del traje como lo conocemos hoy, generar los inicios de Saville Row y dejarnos el ideal de lo que hoy conocemos como un “caballero”. Incluso, algunos analistas lo consideran el gatillo que hizo de Londres el centro de la moda masculina. No por nada, en plena calle Jeremy Street de dicha ciudad existe una estatua creada en su honor.