La ópera, el ballet, el teatro, el cine. No hay escenario que no haya contado con el talento y el trabajo del diseñador teatral y académico Sergio Zapata. Fundador del Ballet de Arte Moderno, durante varios años diseñó el vestuario y escenografía de algunos de los clásicos más famosos del teatro y el ballet, entre los cuales se encuentran obras de Shakespeare y puestas en escena ligadas al Teatro Municipal y la Universidad de Chile, además de la televisión con teleseries como “Pampa Ilusión” y “La Quintrala.” Zapata hoy deja un legado como un ícono que llevó su estilo incluso al extranjero, viajando por Sudamérica, Norteamérica y Europa, con una pasión por los detalles y una dedicación que parecen ser cosa del pasado. “La luz y el vestuario son sutilezas visuales que ayudan a crear efectos y trabajan codo a codo con el Director de una obra”, nos explicó Zapata en la conversación que tuvimos con él a finales del 2014. En el día en que se confirmó el fallecimiento del reconocido diseñador, recordamos esta publicación de RevisteLaCalle 8.
-¿Qué fue lo que lo acercó a las artes escénicas, estética y artes dramáticas?
-He dibujado desde que era chico. Me acuerdo que mi mamá no era modista, pero le hacía los trajes a mis hermanas. Yo le diseñaba y dibujaba los vestidos según lo que querían. Mi mamá tenía una hermana que era modista, una gran modista, a tal punto que trabajó conmigo en vestuarios para el teatro. Cuando ya era más grande, en la casa tenía un dormitorio que compartía con mi hermano mayor, y cuando ampliaron la casa mandé a hacer un nicho en la pared, donde armaba escenografías sin saber lo que eran. Tenía una obsesión por lo oriental —aún soy muy orientalista—, y hacía escenarios de Samarcanda, por ejemplo. Tenía ideas de perspectiva, pintaba y hacía planos.
-Hoy cuenta con alrededor de 50 años de carrera. ¿Cómo ha sido su trayectoria en los lugares en los que ha estado: Europa, México, EEUU, Costa Rica, entre otros?
-En Costa Rica, fui a un Festival Internacional de Teatro, pero anteriormente hice un curso de escenografía. En Estados Unidos, y a raíz de la ópera Marat/Sade —donde trabajé con un director de Berkeley—, partí a la Universidad de California gracias a un programa de intercambio entre ambos países. Se llamó “Chile-California Program,” el cual propiciaba el intercambio entre profesores y alumnos de la Universidad de Chile y Berkeley, y partí junto a Víctor Jara —quien ya se estaba haciendo famoso en Europa y otros lugares—, y Oscar Navarro, mi maestro. Estuve un trimestre en UCLA y desde ahí llegué a Berkeley, donde luego de terminar mi intercambio pensé qué más podía hacer. En el sur de Utah, organizaron un Festival de Shakespeare, para el cual diseñé la iluminación para “Romeo y Julieta”, “As you like it” y “El Mercader de Venecia.” Allí compartí con muchos talentos, y en eso me ofrecieron un trabajo para ser Director de Vestuario en la universidad. Me quedé tres temporadas en este puesto, y uno de los estilos que debía implementar era llamado “gótico tardío” por el Director. Fui a una tienda enorme llamada “The Home Silk”, donde puedes encontrar las telas exactas que necesitas; allá existe una industria desarrollada para lo que necesites. Luego pasé a hacer el diseño de escenografía, donde me quedé dos temporadas más en ese rol.
Tiempo después me ofrecieron trabajar en el ballet de México gracias a un amigo de la UNAM, con quienes realizamos giras a Guatemala, Salvador y por el mismo país. Al año recibí una carta de una niña de Berkeley, contándome que iba a México en una van y luego a Chile, y quería que la acompañase. Si hablamos de Chile, cuando llegó Ivan Nagy y decidió hacer “Síl de,” su primera obra, yo diseñé la escenografía, la cual me tocó reproducir varias veces. En Corea y otros países, comenzaron a crear teatros maravillosos, y allí invitaron a Nagy a recrear “Síl de” con esa misma escenografía, así que se llevó mi maqueta y la reprodujeron de manera idéntica.
Fotografías: Los Físicos, 1963 // Joaquín Murieta, 1967 / Marat Sarade //Ópera de Tres Centavos, 1959
-¿Qué pasa con el vestuario y escenografía cuando termina la temporada?
-El taller de vestuario del Teatro Municipal es enorme; se ubica en un edificio que tiene como tres pisos estilo años 50. Allí deben mantenerse aún la mayoría de las creaciones.
En una ocasión, estaba con mi amiga Joyce en Nueva York, viendo “El cisne negro” y me di cuenta que apareció uno de mis trajes en escena; a la bailarina le había gustado tanto que le pidió al Teatro que se lo vendiera y personalmente se lo regalaron. Fue toda una sorpresa para mí.
-El vestuario cambia y tiene diferentes intenciones, dependiendo del proyecto. En términos generales, ¿dónde radica la importancia del vestuario?
-En ballet, lo primero es lo físico. Aquí en Chile tenemos talle corto y piernas largas o viceversa, entonces hay que “camuflar” las cosas, saber cuáles son las proporciones de cada bailarín. Aunque el traje sea de época, debe tener movilidad y piernas al aire; las faldas se mueven y se levantan. Una vez Malú Gatica me dijo: “no puedo usar rojo ni morado;” era una obra chilena al estilo de “La dama de las Camelias.” Sin embargo, le tocó llevar un traje guinda precioso, y ahí se dio cuenta que le quedaba perfecto y estaba feliz. Desde el momento en que se abren las cortinas y se prende la luz, como espectador debes ver la esencia de lo que se mostrará en la obra, su carácter. El vestuario debe tener pequeños detalles, sin exagerar para mantener el buen gusto. Todo el público debe darse cuenta de lo que pasa con los personajes, y para ellos debes estudiarlos para caracterizarlos. Son distintas esencias y allí atas los cabos sobre qué adjetivos le calza a cada personaje. Eso se lo presentas al Director, y se discute.
-¿Cuál ha sido su trabajo en el cine?
-A principios de los años 70, trabajé junto a Costa-Gavras en la película “Estado de Sitio”. Llegué a Chile y todos mis amigos estaban trabajando junto a él, desde Caiozzi hasta Pablo de la Barra. Esa noche, peleó con el escenógrafo y lo echó de la producción, así que de la Barra me recomendó. Me llaman y me cuentan que me necesitan. Yo estaba agotado después del viaje a México, pero cuando Jacques Perrin se puso al teléfono, no le pude decir que no, pues era mi ídolo entre los actores franceses cuando era chico. Estuvimos mucho tiempo buscando locaciones para dar con lugares muy tranquilos y silenciosos. Recorrimos todo Santiago y terminamos en lo que antes era la Escuela Veterinaria, mientras que otras escenas se grabaron en Viña del Mar. Como el proceso se realizó justo antes del Golpe de Estado, terminó la producción y se fueron todos rápidamente, y no alcancé a ver la película.
Todos los años pasaba semanas entre Madrid, Barcelona, París y Nueva York. En Barcelona, existía un Cineclub, y un día leí en el diario que pasarían la película “Estado de Sitio” de Costa-Gavras; allí, finalmente, pude verla.
-¿Cómo ha sido el desarrollo del diseño teatral en Chile?
-Ha sido muy bueno, pues incluso se involucraron pintores en la época del ballet de Cintolesi, escultores en otras oportunidades, y es muy bueno mezclar esas aristas con una buena mano supervisora.
Sin embargo, el diseño en general en Chile es pobre. El Chino González, un amigo muy querido, hizo la escenografía de “Coronación” y su idea era muy buena, pero no estaba terminada. Después supe que el Director se metió en ello y cambió toda la idea original para dar con un aspecto más austero, cometiendo errores en detalles.
Algunos diseñadores rechazan lo antiguo, cuando los clásicos siempre se mantienen actualizados. Voy poco al teatro porque ya me da susto saber con lo que me voy a topar. Uno de los mayores problemas que veo es que muchos de los profesores de hoy han sido alumnos míos y son contratados al salir de la universidad; por muy talentosos que puedan ser estudiando, un profesor debe tener un background, aunque, por supuesto, hay casos especiales. El ballet y la ópera son dos cosas distintas, y hay que manejar diferentes estilos en escenografía y vestuario.
-¿Cuál es su diseñador/artista favorito?
-Richard Peduzzi, un francés; porque todo lo que hace es fantástico. Trabajó mucho con Patricio Aupart, con quien hizo las obras de Wagner. También Christian Bérard, un clásico. En música, soy fanático de Kurt Weill.
Una de las últimas fotografías de Sergio Zapata, para Revista Ya, en abril de 2016. PH. Sergio López I.