“Siempre Viva” exclamaba el personaje de Lisle en la famosa comedia negra “Death Becomes her”, o como la titularon por acá, “La muerte le sienta bien” (1992). La película que tenía como protagonistas a Meryl Streep, Goldie Hawn y Bruce Willis era una sátira acerca de la juventud eterna con procedimientos cosméticos y la inmortalidad que todos querían ganar, a través de situaciones que mezclaron humor y fantasía. Allí nos topamos con Lisle, encarnada por Isabella Rossellini, un enigmático personaje con tanto estilo que hasta hoy es recordada.
Vivía en un castillo, custodiada de perros doberman y varios guardaespaldas musculosos y elegantes. El salón de la piscina era uno de sus favoritos y allí atiende a algunos de sus exclusivos clientes, quienes llegan a ella solo por recomendación personal. Meryl Street es uno de ellos; la actriz en decadencia Madeline Ashton logró arrebatarle el esposo a su “frenemie” Helen Sharp (Goldie Hawn), pero con el tiempo vio que su cuerpo y rostro cambiaban, negándose a aceptar ese paso. Así, Rossellini le ofrece un elixir único e inmediato, el mismo que ella ha tomado para mantenerse joven y radiante.
Rossellini lleva para este personaje una sensualidad que solo ella puede manejar; elegante, misteriosa aun mostrando piel. Su look tiene collares de piedras de colores colgando como un top situado de manera estratégica en su torso, acompañado de un sarong como falda. Sus accesorios también llaman la atención: un earcuff de oreja completa, en una época donde todavía no se hacían populares. Otras de sus apariciones incluyen un abrigo de cuello subido sin nada debajo y un look de fiesta con turbante y plumas, el cual lleva cuando reúne a todos sus clientes, donde se cuentan desde Marilyn Monroe hasta Andy Warhol. Pero sin importar cuantos años pasen, sus escenas son aun algunas de las más recordadas de todas.