En su viaje por Rusia, Vincent Moon fue testigo de varios rituales y distintas celebraciones que se dan típicamente en distintas zonas del sector oriente del planeta. Ya conocimos el canto del Jangar, en el que el poeta Baart Mandjiev cuenta las hazañas del mítico héroe calmuco. En esta ocasión, Moon se adentró en Chechenia para conocer más acerca de sus festividades. Hoy les mostramos Nur-Zhovkhar, canciones de Chechenia.
Un grupo de mujeres sale al aire libre para entonar bellas canciones tradicionales del folklore checheno. Esta vez, cantarán el Nur-Zhovkhar, que en español significa “créeme”.
Cada una de estas bellas mujeres chechenas ostenta un largo vestido especialmente confeccionado para la ocasión. La mayoría usa un vestido azul fuerte —cobalto claro, para ser precisos—, fabricado de terciopelo en la parte superior y seda en la falda, con mangas estrechas y cerradas hasta la muñeca. Las pocas restantes visten uno verde amarillo, completamente de seda, con largas mangas abiertas desde el antebrazo, entre las que asoma una estrecha manga dorada.
Los detalles en ambos trajes son importantes, destacando, sobre todo, el color dorado. En su cabeza llevan un largo velo de seda dorada, mientras que, en el pecho, el vestuario está cubierto de detalles en dorado que otorgan prominencia al busto femenino. Las mujeres de azul llevan decoraciones a lo largo y ancho de toda la falda, en las mangas y la cintura. Las de verde poseen una abertura en medio de la falda que deja ver una sobresaliente tela de color dorado. Además, diferentes piedras son incorporadas en la totalidad del traje. En el busto y en la corona del velo pequeñas piedras brillan entre las melodías de las cantantes. Las damas de verde ostentan un bello cinturón, cuyos detalles también están hechos en pequeñas piedras rojas. Dichos adornos no desbordan la decoración. Cada detalle y cada piedra no es más que una sutil muestra de finura, que se completa con los aros colgantes que llevan en sus orejas junto con la dedicación en el maquillaje de cada una.
Mientras caminan por el pasto, las chechenas se disponen a levantarse la falda cuidadosamente con las manos, dejando entrever unas blancas enaguas bajo la superficie del vestido. Es hora del baile. Porque cuando el canto ceremonial termina, llegan los varones con dos instrumentos; el primero, cargando el “phondar” —un instrumento de cuerda típico de Chechenia—, y el segundo, llevando un acordeón. Más tarde llega el tercero, el bailarín. Este usa un traje negro, por el cual se ven los pantalones hacia abajo y una camisa blanca en la parte superior. En su cabeza lleva una papaja gris, típico sombrero de lana del hombre que habita el Cáucaso. El traje también contiene múltiples detalles dorados en la parte del pecho y en la cintura, por donde este se cierra.
Las damas forman un círculo mientras una de ellas —vestida de azul— baila en el centro con el bailarín recién llegado, ambos extendiendo los brazos alrededor y girando sus manos. Mientras danzan, dan vueltas al son de las melodiosas voces de las demás mujeres que se acoplan al sonido de los instrumentos. Es la danza del Nur-Zhovkhar, que gracias al fino lente de Vincent Moon llega hoy a todo el mundo.