Colaboración por Manuela Salinas
El cineasta francés conocido por sus magníficos documentales sobre música y tradiciones populares, esta vez nos convierte en discretos espectadores de un viaje espiritual, en una serie de metamorfosis que nuevamente tienen al vestuario como protagonista. Se trata de Len Dong (2013), que forma parte de la serie de documentales que el realizador registró sobre Vietnam, y que nos introduce en un misterioso y antiguo ritual, llamado de la misma manera, que hasta el día de hoy practican muchos vietnamitas. Este consiste en que un grupo de personas practicantes de la religión Tu Phu –que veneran a las diosas madres (Dao Mau)– se reúnan en templos u otros lugares sacros para pedir por la salud, el trabajo y la suerte; encarnando divinidades, enviando regalos y viviendo una experiencia mística que tiene mucho de teatral.
El origen de esta tradición es indígena, pero con el paso del tiempo fue penetrada por numerosas religiones que la convirtieron en un ritual sincrético. La música y el baile son fundamentales en él, como también lo es el cambio de vestimentas por quien oficia de médium entre las diosas y los creyentes. Los cambios tienen un sentido: cada traje y cada color representa a una diosa distinta que encarnará el médium, y donde el uso de trajes tipo kimono no es extraño, pues estos derivaron de trajes tradicionales chinos.
El brillo de las sedas, los minuciosos bordados que la adornan, las joyas y piedras preciosas, el fuego, los abanicos, plumas y billetes arrojados al aire, nos harán olvidar por momentos que estamos observando –discretamente– la intimidad de un ritual ancestral, en un templo situado en medio de un suburbio en Hanói, Vietnam. Así, el viaje comienza con la imagen de una casa grande, fastuosa, seguida por un contrastante pasaje de casas más precarias. Entramos y vemos bandejas con comida y billetes. Un hombre mayor ordena el dinero y fuma mientras se arregla una especie de turbante. Jóvenes vestidos de blanco, con atuendos tradicionales tipo áo dài, lo ayudan a arreglarse. Se escucha una enérgica música acompañada de canto; son sonidos que –un poco burdamente– podemos reconocer como orientales. El hombre mayor, que luce muchas joyas, cubre su cabeza con un manto de seda, también amarillo. La decoración del lugar es recargada como el interior de un cofre de tesoro remoto: en él hay múltiples amuletos e imágenes sagradas, y mucho resplandor, aunque no sea un ambiente lujoso. Las alfombras que cubren el piso y el color rojo granate presente en paredes, suelo y muebles, hacen que el espacio transmita una sensación cálida, algo asfixiante y felposa. Repentinamente, el hombre de amarillo aparece vestido completamente de rojo.
La devoción a Dao Mau no sólo es una forma de creencia religiosa, sino que es parte de la cultura vietnamita, que sigue viva en rituales, fiestas y costumbres. Incluso, hace unos cuantos años atrás, el ritual Len Dong fue nombrado patrimonio inmaterial de Vietnam por la UNESCO.
Este rito produjo un tipo de música única llamada Hát Chau Van, que se baila en los Len Dong y ayuda a hipnotizar al médium para que encarne las divinidades. Es una música muy dinámica, que va combinando tempos distintos, ritmos y silencios. Su principal instrumento es el laúd en forma de luna y en el film de Vincent Moon se puede oír acompañado de distintos tipos de percusiones.
El hombre médium que vimos primero vestido entero de amarillo y luego de rojo, lo veremos también con atuendo blanco y otro de intenso morado con aplicaciones doradas, así como una mujer joven usando trajes del mismo tipo; como parte de las diosas que acuden al rito. Finalmente, después de los cánticos y las plegarias de los creyentes pidiendo consejos a los espíritus, los cuales están presentes encarnados en el maestro de ceremonias, reciben la bendición a su pueblo y la redistribución del dinero recogido en un principio.