A principios de los ’90, para muchos el grunge no era el estilo que buscaban musicalmente y poca variedad podía ofrecerles el mundo de la música si se trataba de escapar de Nirvana y compañía. Sin embargo, pronto Gran Bretaña daría su respuesta con una explosión musical llamada brit pop, encabezada por Pulp y por supuesto, Suede. El vocalista de éstos últimos, Brett Anderson, acaba de lanzar lo que sería su primeras autobiografía titulada “Coal Black Mornings”.
Desde su infancia hasta los primeros días de Suede, Anderson nos introduce a su mundo donde la pobreza, un padre fanático de la música clásica -que prefirió alguna vez jurar sobre Lizst que sobre la Biblia-, además de un montón de influencias glam lideradas por David Bowie, se unen en un camino que lo llevó a convertirse en el niño símbolo de una nueva era no gender. Ambiguo, sensual, escandaloso para muchos y esperanzador para todos, Anderson y Suede eran un grito de auxilio en medio de una generación no conforme con éxitos radiales gritones y poperos. “Lo último que quería hacer era escribir sobre el cliché de drogas y discos de oro que son las biografías musicales”, señaló el cantante en un comunicado de prensa, dando a entender lo que la crítica ya señala de su libro: es más una mirada íntima al mundo del vocalista que una esperada rebelión de anécdotas y detalles.
Pero en medio de su narrativa, algo hay acerca de lo más le importa al morbo: Justine Frischmann es descrita por su ex como una mujer que pese a usar poleras vintage de Mickey Muse y botines, se veía más elegante que cualquier otra y que sus primeros éxitos musicales como compositor se los debe firmemente a la ira y la obsesión con le término de su relación, que ya muchos conocen se debió a que la ex líder de Elastica se fue con Damon Albarn de Blur. Aun así, Coal Black Mornings se alza como un perfecto reglo navideño para el nostálgico brit popero que aun escucha en vinilo a aquellas bandas de cabecera del estilo.
Fotos: Amazon, NME, Zimbio.