Desde el 2006 comenzó a surgir una nueva clase burguesa en Bolivia, todo gracias a un pequeño boom económico que ha permitido a diversos productores y vendedores incrementar su ingreso, y por lo tanto, constituir una burguesía manifestada a través de un nuevo diseño arquitectónico. “Cholet” ha sido el nombre denominado para este nuevo concepto de diseño, que ya empezó a imponerse en las calles bolivianas gracias a los nuevos burgueses; un concepto que muestra la imbricación entre el “chalet” y el indigenismo “cholo”, denominación que aunque a algunos les parece peyorativa, no deja de evidenciar una nueva forma de diseñar los espacios habitacionales.
Específicamente, estas nuevas propuestas de diseño han comenzado a cambiar la fachada de una de las ciudades más pobres de Bolivia, El Alto, situada justo al lado de La Paz. Con esto, los edificios buscan embellecer el entorno en base a una propuesta arquitectónica que rescata lo más destacado de la identidad aymara, combinando colores fuertes en una mezcla que tiene mucho de barroquismo y símbolos andinos propios de la tradición local. Por eso, este nuevo estilo ha sido denominado neoandino, por la arquitecta Elisabetta Andreoli.
Freddy Mamani es uno de los más destacados creadores de este nuevo estilo de construcción. “Los aymaras han utilizado las cerámicas hechas con diseños tiwanacotas. Eso me ha inspirado para que nos basemos en lo andino y lo tiwanacota al realizar la arquitectura andina”, explica el diseñador, que ya ha confeccionado cerca de 60 construcciones en El Alto, cuando en la actualidad todavía hay muchas más en plena construcción.
Este tipo de edificaciones pintadas es una combinación de colores básicos y fuertes que manifiesta un tipo de arte que ha estado presente tanto en las referencias pictóricas de los aymaras, como en su propia vestimenta. El traje del hombre es muy sencillo. Se caracteriza por el unku, un poncho de lana que cubre la parte posterior del cuerpo masculino. Por otro lado, la mujer aymara se envuelve el cuerpo con el aksu, y este va sostenido en los hombros por alfileres de plata y ceñido por una faja o wak’a. Sobre todo esto va dispuesta la llijlla, una manta coloreada que cubre hombros y espalda. Miles de joyas y adornos rematan el traje típico aymara femenino. Ambos trajes se destacan por la combinación de colores en los tejidos y el uso variado de accesorios.
Así, la vestimenta y la arquitectura andina se referencian mutuamente. Los nuevos burgueses han tomado la tradición de los aymaras y la han llevado a su máxima realización, adornando ya no los cuerpos, sino sus ciudades completas. La arquitectura neoandina promete cambiar el aspecto estético de Bolivia a futuro, incrementando los edificios que recuperan una tradición rica en referentes simbólicos y culturales. Esta es la tarea que un grupo de arquitectos y diseñadores bolivianos tiene en mente. Ahora, queda esperar a ver cómo evoluciona esta nueva manera de pensar la ciudad latinoamericana y cómo nos seguiremos aproximando a nuestro acervo indígena.
Imágenes: martaballesteros.com/ azstarnet.com/ blog.salinasanchez.com/ buendiario.com/ lafronterados.com y Jaime Ramallo