Colaboración de José Ilabaca Santibáñez
Seguramente te ha pasado en más de una ocasión que has sentido que tu última compra fue, por decirlo de alguna manera, demasiado tardía. No llegaste siquiera a estrenar tu flamante prenda cuando las vitrinas habían sido nuevamente atestadas por las últimas tendencias, y tu preciada adquisición pasó de estar in a estar totalmente out. Por si fuera poco, en el momento en que nos ponemos esa prenda “pasada de moda”, ya estamos pensando en comprar lo nuevo de las grandes marcas, y así sucesivamente. Al final del día, tenemos un clóset lleno de ropa que no queremos usar.
Lo cierto es que comprar las prendas del momento o, literalmente, tratar de perseguir todas las tendencias que nos arrojan encima, es como ir al supermercado y llenar el carro con los dulces y chocolates que hay junto a las cajas registradoras: representa un acto meramente impulsivo, una necesidad muchas veces elaborada por las agencias de marketing, de saciedad instantánea pero efímera, y que a largo plazo no representa una verdadera inversión. Y a menos que tengamos billeteras realmente abultadas, seamos estrellas de rock o destacados personajes del mundo de la moda, sumarse por completo a todas las tendencias puede significar el camino más rápido a la bancarrota.
Para aprovechar al máximo nuestro dinero, y sacar la menor cantidad de veces la tarjeta de crédito de su refugio, debemos hacer lo posible por escoger prendas atemporales, diferenciando entre las adquisiciones que perderán su valor con el lanzamiento de las nuevas temporadas y aquellas que, con el tiempo, lo mantendrán. Pero lo importante del asunto es el equilibrio entre tu clóset y el uso de tus recursos, esto no significa renunciar a los chocolates por completo –después de todo ¡quién podría! – sino agregarle un poco de sabor a tu armario de vez en cuando.