Mucho volumen y pocas nueces. Con esa frase podríamos resumir a modo generalizado, lo que fue una nueva cita de la esperadísima semana de la moda parisina versión Haute Couture, un lugar donde los sueños vienen en forma de bordados y trabajo a mano que toma muchas horas y dedicación.
En esta ocasión, dos marcas destacaron ampliamente por sobre un mar de vestidos y vuelos pastelosos y exagerados: la visión siempre subestimada de Giorgio Armani en Armani Privé, una que a pesar de no generar sobresaltos, sigue fiel a una identidad que mezcla lo oriental y el futurismo de manera suave y recatada. Por otra parte, Claire Waight Keller sigue siendo la mejor diseñadora en la actualidad, por sobre Chiuri y otras que no tiene claro su camino. Givenchy también destacó con un camino claro y atractivo, donde no se deja deslumbrar necesariamente con brillos lentejuelas o bordados exagerados, la principal herramienta de los libaneses comandados por Elie Saab, Zuhair Murad y Ziad Nakad.
El resto de las propuestas, un conjunto de trajes repetitivos, cansados, vacíos e imponentes: Valentino pudo haber sido uno de los shows más emocionantes según sus asistentes, pero eso no se tradujo necesariamente a las imágenes. Piccioli es innegablemente uno de los maestros de hoy, pero decepcionó un poco en esta colección con un uso inimaginado de vuelos, rasos de colores y vestidos gigantes. Viktor & Rolf son nota aparte: el dúo se rió de esta tradicional manera de mostrar alta costura, incrustando mensajes en trajes ridículamente voluminosos, mensajes que de alguna manera también ironizan con la logomanía y el estilo Gucci que hoy gusta tanto a las masas.
Fotos: Now Fashion.