Ser la desubicada

Ser la desubicada

Todos hemos sido, en algún momento de la vida, la desubicada. Ésa triste figura que se repite una y otra vez en cada ocasión que merezca cierto protocolo. Y por ser tan fácil caer en ésta situación, es que hay tantos tipos de desubicadas como mujeres en la tierra.

Está aquella que nunca jámas le achunta con lo que se pone, no importa en que situación sea. Y llega a ser tan mala que ya marca un estilo. Está también aquella mujer que siempre resulta un poquito más provocativa que las demás, siendo algo así como la desubicada sexy, favorita de los hombres y mujeres (para descuerarla a pelambre, se entiende). También está aquella desubicada que me gusta llamar “la estudiante en práctica” que suelen ser aquellas que estaban bien, tranquilas con su propio sentido de la moda y un upgrade repentino en su estilo de vida (un nuevo trabajo, un nuevo estatus de madre, cualquier cosa) hace que se encuentren como en corral ajeno cuando hablamos de ropa. Mi favorita es aquella desubicada que le da lo mismo ser desubicada. Tan consistente es en sus desubicaciones, tan constante es en sus malos pasos de vestimenta, y con tanto desparpajo comete sus crímenes fashion que simplemente pasa por experta y por amante de la moda.

Uno de los momentos donde más podemos encontrar este tipo de situaciones es en los matrimonios. ¿Por qué? Simplemente porque es una de las pocas situaciones en que la gente normal tiene un nivel mayor de formalidad y de protocolo, y una de las pocas veces en que dejamos nuestro vestuario exageradamente informal. Les digo esto porque el tema de la desubicación se me vino a la mente no solo con una, sino con dos noticias parecidas de la prensa rosa inglesa. Las dos tienen que ver con matrimonios, con una de las reglas más antiguas del mundo y con uno de los pilares de la democracia: Como invitada, no importa lo soltera, estupenda, o tonificada que estés, JAMAS debes opacar a la novia. Jamás.

Una de este tipo de desubicadas, según la prensa, fue Pippa Middleton, hermana carretera y con cuerpo perfecto de la ex- Kate Middleton y hoy Catherine de Cambridge. La otra fue la hermana de Lilly Allen, Sarah Owen. Las dos cometieron el mismo error por distintos motivos. Una, por verse “demasiado más bonita” que la novia, enfrente de millones de personas en el mundo entero, opacando a la novia  y convirtiéndose en la nueva celebridad a paparazzear departe de la prensa rosa From England (cosa que personalmente no entiendo, tiene buen cuerpo, pero, Da para tanto?). La otra por, simplemente, ser la desubicada provocativa, combinando un vestido corto con un poco favorecedor escote, complementando todo con unos tacos naranjos furiosos, generando un conjuntito más adecuado para hacer lapdances que para acompañar a tu hermana, enfundada en un primoroso vestido de novia de Chanel, en el dia “más feliz de su vida”.

Siendo justos, en todo caso, ser la desubicada tampoco es tan malo. Estando en una sociedad que reprime con demasiado vigor a aquellos que se alejan un milímetro de la media y que juzga con energía innecesaria cualquier innovación (en todo sentido, no solo en la moda), la desubicación puede ser tomada , hoy más que nunca, como un valor a imitar, a atesorar y a monetizar. Es cosa de mirar a Lady Gaga, nada más.

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