Esto no es una pregunta. En realidad es el título de un post- encuesta escrito hace poco en uno de mis blogs favoritos del mundo, The Gloss. En éste, se les preguntaba a las lectoras una frase tan simple como ¿Que talla eres? ¿Que talla te gustaría ser?, lo que pretende ser un barómetro más o menos real gracias a la fuerza del anonimato y la confianza que ponen las mujeres en sus sitios favoritos.
Los resultados no me sorprendieron tanto, aunque seguramente distan mucho de representar a la mujer norteamericana promedio (la talla más votada fue la 8, o sea, una 40 nuestra aproximadamente), mientras que en otras fuentes, la talla de la mujer americana promedio es la 14 (46, aproximadamente). En la segunda parte de la encuesta, los resultados arrojaron que la talla votada como la más “deseada” fue la talla 4 (un 36 aprox. de nosotros), seguida por la 6, la 2 y la 8.
Y aunque el tema de las tallas sea de frentón un tema tan superficial y vacuo como casi cualquier otra medida en centímetros que socave nuestra autoestima, es imposible no empezar a hacer elucubraciones con noticias como ésta. Lo primero que se me vino a la mente fue cuando a mis 7 u 8 años (me acuerdo perfecto, eran principios de los 90, pre-Kate Moss y el heroin chic) , leí un artículo en una revista femenina que decía Talla 38: La talla perfecta, y argumentaba que la talla 36 era solo permitida en mujeres muy muy bajitas y muy menudas. Muchos años han pasado de ésto, al parecer. Hoy la 36 es la talla soñada, las modelos son una diminuta talla 0 o 2 en un cuerpo de 1, 78 mts, yo soy adulta, y talla 38 (ironias del destino). ¿Quizás en mi tierna infancia me programé para ser la talla perfecta de ése entonces? Quien sabe.
Otro recuerdo se disparó en mi mente en ése momento: Cecilia Bolocco, en la entrevista que tuvo con la revista Paula al ganar la corona de Miss Universo en 1987, decía ser “38 de arriba y 40 de abajo”. Me pregunto que talla será hoy la señora Bolocco. Puedo apostar que un par menos.
Sin duda, el tema de las tallas no es un valor real debido a múltiples factores: La falta de una estandarización seria, las diferencias abismantes entre países distintos (una talla S en Estados Unidos puede llegar a ser una L en un pais Asiático) y el Vannity Sizing, (la práctica de parte de algunas marcas para hacer sentir mejor a sus clientes, haciendo más grandes sus tallas pequeñas) hacen que el concepto de talla sea casi irrisorio. Pero aún asi, teniendo todo ésto en contra, sigue siendo un número cagaonda. Como el Rut, como la presión arterial, como el índice del colesterol y el puntaje ponderado. Y como personas adultas que somos, puede parecer un poco tonto querer ser de una talla, estar pendientes de ellas, o estar siquiera atentos a la etiqueta de los jeans que nos quedan. Al final, es sólo otro número más, pero sin duda, el tema nos toca en uno u otro sentido. Podemos tener claro que las tallas son sólo una medida, no un indicador de nuestra salud y nuestra belleza, sin embargo, parece que aún después de todas las campañas de Dove y de Levi’s ID, el tema todavía nos mantiene atentos.