Un cáncer cerebral terminó con la vida de la fotógrafa inglesa Corinne Day el pasado viernes 27 de agosto, pero no con su legado. La británica que trabajó en publicaciones como Vogue UK, Vogue Japón, The Face y muchas otras, fue precisamente la encargada de retratar el encanto de una pequeña pero ahora importante chica recién descubierta en 1990: Kate Moss. Porque precisamente la portada y la editorial de la revista The Face de ese mismo año se convirtieron en el punto de partida para una larga y fructífera carrera y colaboraciones entre ambas.
Day sorprendió a todo el mundo cuando dejó de lado el glamour obvio de comienzos de los ’90 para enfrascarse en una relajada, natural y atrevida sesión con una Moss de 16 años. No sólo rompió esquemas, sino también continuó impulsando este nuevo espíritu cuando nuevamente fotografió a Kate para la revista Vogue UK en 1993, esta vez sellando el inicio de lo que muchos llamaron “el look heroin chic”: caras deslavadas, frágiles figuras y cero glamour, o por lo menos, uno bastante más recatado que las lentejuelas, y que por supuesto inspiró a Calvin Klein a crear toda una serie de campañas que mostraban jóvenes sin maquillaje y vestidas sólo con tops negros y jeans.
Pero Corinne no sólo impulsó a Kate. El 2004 retrató a una entonces desconocida Natasha Poly en una editorial bastante playera, y el 2005 hizo lo mismo con Gemma Ward, y ambas se convirtieron pronto en estrellas del modelaje. Y esta ex modelo convertida en fotógrafa – al igual que ahora Helena Christensen-, nunca dejó de trabajar, aun cuando se le diagnosticó el cáncer por primera vez hace varios años atrás. Sólo que ahora debemos conformarnos con su legado, de indiscutible duración.