Para mi amiga Fran
¿Y si la etiqueta de la ropa advirtiera, tal como el rotulado en los alimentos, su fecha de expiración? (Imagen superior no retocada con Photoshop)
Los bienes que consumimos en el supermercado indican los ingredientes de que están compuestos, calorías, grasas, el modo de preparación, fecha de elaboración y vencimiento. Actualmente hay un proyecto de ley en carpeta, que pretende instalar un icono de semáforo en los productos que se ingieren, para advertir su peligrosidad a la salud.
Las etiquetas de la indumentaria nos señalan su tratamiento para cuidarla (lavado, planchado o drycleaning), como también el porcentaje de materiales de que está hecha. Lo que omiten las empresas, es decirnos la toxicidad del teñido de la lana por ejemplo, y de esta forma, tomamos una decisión desinformada cuando adquirimos una prenda. Tampoco sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo nos va a durar en el clóset, pero hacemos una estimación. ¿Y si supiéramos estos últimos datos, ¿cómo nos comportaríamos? Si la polera básica en Zara nos mostrara que sólo va a durar en perfectas condiciones una semana -porque después del lavado los hilos aflojaran y saldrá ese pilling horrible- ¿la compraríamos igual?
…¿A qué se debe la mala calidad? se preguntarán algunos. Para hacerse una idea de este problema en la industria de la moda, hay que pensar en términos de alimentación: Optamos por un vestido McDonalds, o elegimos el vestido Cuerovaca -aclaro que soy carnívora-. Es fast fashion versus slow fashion. Esta pugna tuvo sus inicios en el campo del diseño industrial en la década del 20 y 30, y el mejor ejemplo que ilustra esto, es la marca de lápices y encendedores Bic. Ellos son los verdaderos autores de la obsolescencia planificada o programada: “El objeto deja de funcionar luego de un tiempo calculado por el fabricante.” Los diseñadores vieron que esto era plenamente aplicable al vestuario, y de ahí la historia es conocida. Cualquier cadena de retail copia los moldes de diseñadores famosos, los manda a hacer a China o Indonesia con telas baratas, y los vende a la velocidad de la luz.
El responsable de “las cosas ya no las hacen como antes”
Afortunadamente, la humanidad ha inventado un mecanismo para frenar en algún grado, esta locura. La legislación en Chile está a nuestro favor y es clara: “Cuando un consumidor compra un producto nuevo que sale malo, tiene derecho a la garantía legal que implica la elección entre tres opciones: 1) El cambio 2) la reparación o 3) la devolución de lo pagado, durante los tres primeros meses desde la compra. Los carteles o timbres en las boletas donde la empresa diga no responder por cambios o devoluciones, no tienen ningún valor.”
P.D.: No todo está perdido; la ropa “vintage”, de segunda mano, o usada, suele ser anterior al fenómeno en cuestión, y ahora está tomando fuerza la tendencia eco y la responsabilidad hacia el medioambiente.