A mediados de los 60’s recién había cumplido diecisiete años. Su metro sesenta y nueve centímetros de estatura, sus cuarenta kilos de peso acompañados de una extrema delgadez, su rostro pálido y pecoso con grandes y expresivos ojos, fueron el referente de belleza para las jóvenes de aquella década. Sin tener las características de una super modelo, fue (más que) una. Y como no, si aquel fue el decenio del cuestionamiento y la rebelión, donde el ámbito ligado a las formas y a la moda también lo hizo.
Lesley Lawson nació el 19 de Septiembre de 1949, en una pequeña localidad al noroeste de Londres. Creció en una familia muy sencilla siendo hija de carpintero y tuvo una vida sin particularidades, hasta que una amiga la convenció de que debía ir a una agencia. Ella, entre risas por lo imposible del cometido debido a su pequeñez, de todos modos aceptó. Allí le dijeron que era muy baja y delgada, pero que sus facciones eran interesantes para fotografías, sin embargo su cabello no estaba muy bien. En la peluquería, el estilista de turno, Leonard, luego de observarla llamó a Barry Lategan, un fotógrafo y le dijo: “Tengo aquí a una chica con una apariencia muy interesante, pero nunca se ha tomado una foto. Quiero hacer mi nuevo corte de cabello en ella; si la envío ¿podrías ponerla frente a la cámara y decirme si es fotogénica?” Mientras se tomaban estas fotos, entre bromas, apareció su apodo: “Twiggy”, que nace a partir de su extrema finura corporal.
Lategan llamó luego a Leonard para decirle que, efectivamente, la chica aparecía bien en las imágenes y que se aventurara con el nuevo corte de cabello, el cual demoró ocho horas. Su larga melena castaña fue reemplazada, por medio de un radical acto y un intenso tinte, en un pelo corto y rubio a lo garçone. Luego la imagen de Lategan fue expuesta en el salón de Leonard, en donde fue vista por Deirdre McSharry, quien trabajaba en un diario inglés llamado “Daily Express”. Ella preguntó por la foto y dijo que quería conocer a la chica en ella. Cuando se reunieron, esta última le ofreció un reportaje, “Así que todos los días, durante unas dos semanas, mi padre compraba el Daily Express y había nada. Pensábamos que sería una pequeña columna. Dos semanas después mi papá llegó. Estaba en las páginas centrales, el titular era “Twiggy: la cara del 66′”. La imagen correspondía a una toma facial que había hecho Barry, y fue la que cambió el rumbo de la vida de esta, en ese entonces, adolescente.
Se trataba de una cara que no se maquillaba y cuyo plus radicaba en pegarse dos pares de pestañas postizas en sus inmensos ojos azul-verdoso. A veces, unas sutiles pecas pintadas sobre el rostro le daban el carácter de lo “naturalmente necesario”. Una chica mod tenía reglas: lo primero que había que destruir era la disciplina y el orden de los momentos anteriores. Ser mod significaba ante todo ser absolutamente honesto. Pero no se trataba de una verdadera filosofía: era más bien una cuestión de actitud ante la vida, de lenguaje y, sobre todo, de estética.
(Continúa, la próxima semana).