¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien que se arrepiente de haberse hecho un tatuaje en algún momento de su vida pasada? O si no, el caso contrario, ¿en el que los tatuados vuelven y vuelven por más?
Claramente, esto es cosa de cada uno y es una decisión personal. Pero es cierto que últimamente se ven cada vez más personas que se tatúan hasta las orejas. Entre los más conocidos están Denis Avner (Hombre Gato”), Isobel Varley (la mujer adulta más tatuada del mundo), Julia Gnuse (“la mujer ilustrada”), Erik Sprague (Hombre Lagarto) o bien el modelo Rick Genest, más conocido como el Hombre Zombie. ¿Por qué este fenómeno? Creemos que se trata de buscar una forma más transgresora para expresarse. ¿Pero, en ese caso, cómo nace esta inquietud?
¿Será que el vestuario, ya no es un medio suficiente para mostrar lo que queremos decir al resto del mundo? ¿Por qué esta tendencia se hace cada día más fuerte, pasando de una simple ancla en un brazo a un cuerpo que no deja ni 2 cm cuadrados sin tatuar? ¿Cuál es la razón de que cada día hayan más y más cuerpos inundados en tatuajes?
¿Cómo es que se produjo esta evolución, en la que el vestuario dejó de ser el lienzo predilecto para proyectar lo que somos, y pasamos a definirnos a través de los tatuajes? ¿Es posible que las prendas que se encuentran en el mercado no sean lo suficientemente fuertes, innovadas o personales como para demostrar lo que queremos decirle a nuestro entorno?
¿Podrá ser también un efecto adictivo? ¿En el que si empiezas con uno, debes seguir hasta tatuarte entero? Personalmente no lo sé, pero sí me impactan visualmente algunas personas que deben vivir consigo mismas tatuados de por vida. Una decisión que debe ser pensada y repensada sabiamente antes de actuar, creo yo.
