Los estilos nunca desaparecen completamente; las prendas se repiten, pero su valor toma fuerza a partir del contexto donde revive. Las influencias son diferentes y en este aspecto, algo que para un momento representaba opresión en otro es simplemente romanticismo. Así llegamos a revisar, con mucha subjetividad popular pero también historia de por medio, cuáles serían algunos de los momentos que representan la sensación de libertad en la moda, una que se ha visto involucrada en manifestaciones sociales y también silenciosas.
La llegada del vestido “corte imperio”
Para esos años no era algo nuevo; la influencia provenía directamente de la cultura greco romana. Pero algo pasó en esa transición de eras, cuando la poco apreciada Jeanne Paquin y el autodenominado “Rey de la Moda” Paul Poiret, coincidieron en mostrar un estilo diferente, con cintura alta que dejaba de lado el corset, polizones y crinolinas. El vestido corte imperio -que en el caso de Poiret se denominó el Lola Montez-, llegó a la vida eduardiana a partir de 1906, dando paso a una nueva era que desembocaría directamente en nuestro próximo momento de libertad.
La cintura caída y las flappers
Algo que hemos podido comprobar en estos años de pandemia e incertidumbre es la añoranza por los eventos sociales, especialmente aquellos que implican elegante decadencia y glamour fiestero. Para los jóvenes de los años ‘20 pasaba exactamente lo mismo, y por ello la representación estética del sentimiento vino acompañada de vestidos de cintura caída, cómodos para bailar hasta altas horas de la madrugada. Junto a ellos, vimos la explosión de diseñadores como Jeanne Lanvin, Coco Chanel y Poiret.
La introducción del sportswear
Aunque existen antecedentes que datan de 1913 con la casa Redfern, la ropa deportiva hizo su entrada oficial cuando Jean Patou diseñó un atuendo que permitiera que la campeona de tenis femenino Suzanne Lenglen se moviera tan bien como anotaba en los partidos de la era. Esto fue en 1925 y allí vimos la introducción del típico look de top blanco y falda plisada a tono. Elsa Schiaparelli ponía su cuota con la falda pantalón para Lili Álvarez, otra tenista destacada en 1931, aunque ya en 1927 su tienda Pour le sport (para el deporte), popularizaba el vestir casual con sweaters tejidos y mucho trompe l’oeil.
Pantalones para todes
Curiosamente, la moda ha significado muchos más cambios para la silueta femenina que masculina, si hablamos del sentido tradicional binario en la sociedad. Las reglas sociales apuntaban a que bajo este sentido heteropatriarcal, la mujer debía llevar faldas y vestidos, mientras los pantalones eran para el hombre. Esto comenzó a cambiar con la revolución flapper de los años ‘20, la influencia de la androginia y el atrevimiento bajo la novela “La Garçonne”. Y los pantalones eran solo la representación más vistosa de esta revolución, que tuvo iconos como Coco Chanel, Marlene Dietrich y Greta Garbo. De hecho, fue Dietrich una de las máximas opositoras a esta regla, vistiendo traje pantalón Chanel y otras marcas en su visita a París durante 1933, fecha en la que la policía le advirtió que sería arrestada si llevaba pantalones. Su respuesta: bajarse del tren con un traje de inspiración masculina.
Rebelión femenina y minifalda
Con líneas difusas sobre la autoría original pero una potente respuesta por parte del público objetivo, la minifalda es quizás la prenda más recordada a la hora de hablar de libertad. No solo deja las piernas al descubierto o las obliga a combinar colores y estampados en pantimedias, sino también simboliza el quiebre de la mujer perfecta que se esperaba existiera en los años ‘50. A mediados de los años ‘60, la rebelión femenina se vio representada por momentos y prendas, siendo la minifalda la opción clásica del derecho a elegir. Y ese derecho venía de la mano de una elección de estilo de vida y futuro, representado por una estética impulsada mayormente por Mary Quant, respaldada con anterioridad por Pierre Cardin y André Courrèges. Cuando en 1966 Christian Dior propuso faldas larguísimas o midi como parte de su colección por sobre la minifalda, varias mujeres protestaron en las afueras del atelier parisino.
Transparencias y escándalo
En 1966, Yves Saint Laurent introdujo los primeros modelos transparentes en sus colecciones. Una delicada blusa negra y un vestido con detalles en plumas componían el estilo, los que además de formar parte de la identidad del revolucionario francés, simbolizaron el destape en la Alta Costura extendido a las calles. Jean-Louis había dejado al descubierto el cuerpo de Marlene Dietrich en los años ‘50 con su naked dress y ya Adrian había mostrado a Joan Crawford como nadie con su atuendo transparente de Dancing Lady en 1933. Pero lo que hizo YSL formó parte del momento de liberación femenina, potenciando el legado que vendría de parte del creativo durante los años ‘70. La historia se completa con Cher, Britney, Beyoncé y Kim Kardashian pudiendo llevar sus estilos transparentes años despues.
La llegada de Le Smoking
Hizo sin duda en los ‘70 lo que La Garçonne impulsó en los años ‘20: dejar atrás las divisiones de género en cuanto a estilo. Nuevamente fue Yves Saint Laurent el autor de uno de los momentos inolvidables de la moda, cuando en 1966 lanzó el primero modelo de esmoquin femenino -una prenda reservada exclusivamente para hombres-, apelando a las flappers de los años ‘20 con cigarrillos y erotismo. Helmut Newton fotografió el inolvidable look que dio paso a la corriente andrógina, una que explotó intensamente durante los años ‘70 con el glam rock, David Bowie y más.
Hombres en falda
La historia de la moda y sus cambios parecen reservados exclusivamente a la mujer. Si bien es cierto que en términos tradicionales la silueta femenina es la que más ha sufrido adaptaciones y momentos diferentes, la del hombre comenzó a vestir su propia liberación a partir de los años ‘60. No solo la influencia de oriente, The Beatles con el Maharishi o el sportswear futurista hicieron eco, sino también otros “atrevimientos” que comenzaron a instalarse en la moda de esa década. Fue Jacques Esterel quien en 1966 propuso minifaldas para ellos, bajo una desconocida pero siempre vanguardista carrera. En 1985, fue Jean-Paul Gaultier quien retomó la idea en su colección Et Dieu créa l’Homme y nunca más se despegó de ella; la falda masculina ya no solo era un tradicional kilt escocés, ahora tomaba forma y se le ve de vez en cuando en las pasarelas y en las calles.
La ropa interior externa
Parece una contradicción pero es todo parte de un movimiento: prendas reservadas para la intimidad que se llevan para ser vistas. Todo partió con la suavidad de los vestidos corte al bies en los años ‘30, cortesía de Madeleine Vionnet; cada modelo parecía seguir el estilo cómodo de una fina camisa de dormir. El boom del bikini de Louis Réard en los ‘40 también puso su cuota y Rudi Gernreich con el monokini llevó la liberación al extremo durante los ‘60. En los ‘80, la revolución tomaría la mano de Jean-Paul Gaultier en las pasarelas con su look de sostén cónico, uno que popularizó por supuesto Madonna en su Blond Ambition Tour en 1990. El estilo parecía rendir homenaje a la ropa interior de los años ‘30, una que antecedió el boom del New Look y la cintura marcada, que ahora venía a tomarse las pasarelas. Vivienne Westwood llenó sus opciones de arte en la Portrait Collection de 1990 y Thierry Mugler construyó fantasías alrededor de sus corsets; el revival de la prenda otrora enemiga de la comodidad, es ahora todo un símbolo de expresión y poder.