No es mi labor ni mi intención hablar en este post sobre Poiret, aunque siempre es bueno recordar que Paul Poiret, en los primeros años del siglo pasado, fue un visionario en la forma en que la moda cobraba sentido social, convirtiéndola en un objeto de deseo e instaurando también la idea de que el diseñador era, a veces, más importante que la propia ropa. Para entender este concepto que se da en el mundo de la moda hoy en día, sólo basta ver cómo Tom Ford o Karl Legerfeld son a ratos personajes más importantes que sus propias creaciones. Visionario como él sólo, Poiret también ayudó a liberar a la mujer de lo que el consideraba “el absurdo corsé” y a crear una idea que hasta el día de hoy se le llama “La ley de Poiret”.
El diseñador consideraba que la era tan cíclica de la moda, se parecía a una rueda y que las tendencias cada vez se generaban más y más rápidas porque el consumo iba variando hacia un estado cada vez más desmesurado. La moda, en pro de satisfacer todas las necesidades, cometía los mismos excesos, por lo que Paul Poiret dijo una frase que, hasta el día de hoy, sigue vigente: “Todo exceso en tema de moda es signo del final”. Qué increíble y visionario fue este hombre que con este simple pensamiento marcó un punto sin retorno en el análisis de las tendencias.
Uno de los ejemplos de cómo funciona la moda y las tendencias es el de las tachas. Estas piezas metálicas comenzaron a colarse en los sitios de street style desde el año 2007 y 2008, pero muy tímidamente. La idea de un mundo cada vez más agitado y violento volvió a recuperar este elemento tan clásico de la escena punk, a través de una pulserita por aquí, un cintillo por allá y de pronto los diseñadores lo incluyeron tímidamente en las colecciones femeninas. En el 2008 se vieron los primeros zapatos con tachas y en la moda masculina hizo furor el Rollerboy Spike o el zapato con tachas de Christian Louboutin en el 2011, mientras que Versace para H&M cubría con remaches la chaqueta de cuero masculina de su ya muy mencionada colección. No fueron los únicos ejemplos pero quizás sí los más recordados en nuestras pasarelas masculinas.
Pero para la temporada otoño/invierno 2013 la cosa se puso grave. Burberry le agregó tachas a todos sus accesorios y el nunca recatado Thom Browne llenó de tachas todo lo que encontró a su paso, incluyéndolas en chaquetas, pantalones e incluso en grandes máscaras con verdaderas aplicaciones de metal que eran casi una parodia a la tendencia. Los remaches aparecieron brillantes en Dsquared mientras que en Frankie Morello construyeron una increíble chaqueta que tenía hasta collares de perro con remaches. Estaba más que claro, se había llegado al exceso de la tendencia. ¿El resultado? Ninguna de las marcas de moda masculina presentó las tachas para la primavera/verano del 2013 como un elemento de moda. Ninguna. ¿Será que la ley de Poiret, después de tantos años, aún tiene la capacidad de predecir el fin de una tendencia? Tendremos que esperar los próximos desfiles para ver qué sucede con las tachas y, en realidad, con una frase tan sencilla pero tan cargada de sentido.