Nijinsky y una bailarina en 1910
A principios del siglo XX, nunca esperamos que la fantasía y romanticismo del teatro llegase de la mano de un pintor ruso. Pero Léon Bakst decidió que la frialdad y falta de fantasía del espectáculo del siglo XIX debía cambiar y así, se embarcó en la misión de inspirarse de manera multicultural, dando vida a trajes, vestidos y otros detalles, los que fueron usados por Diaghilev y el famoso Ballet Russes.
Coreografías como Le Dieu Bleu a cargo de Jean Cocteau y figuras innegables del teatro como Nijinsky, se lucieron con escenografías y vestuario a cargo de Bakst. En 1910, el artista debutó el vestuario ideado para una de las obras más reconocida: Scheherazade. Este espectáculo fue también el debut del coreógrafo Serge Diaghilev, quien pasaría a la historia con su contribución al arte junto al Ballet Russes, nombrado intensamente como una fuerza de alta influencia por figuras como Diana Vreeland.
El vestuario creado por Bakst a lo largo de su carrera incluyó guiños a distintas culturas y por supuesto, un atrevimiento diferente que jugaba tempranamente con el estilo no gender que hoy es ley. Transparencias, brillos y aplicaciones se unían en pantalones y túnicas, que además de ser cómodas resaltaban el estilo de cualquier historia. Paul Poiret, el diseñador que liberó del corset a las mujeres, se inspiró fuertemente en el trabajo de Bakst y lanzó el primer pantalón estilo harem, el cual después sería reinventado por YSL en los ‘70 a base de glamour y lamé. El año 2010 el talento de Bakst al fin fue reconocido: formó parte de una exhibición en el Victoria & Albert de Londres dedicada a la era Diaghilev en el Ballet Ruso, mostrando intensamente los vestuarios ideados por el ruso que forma parte de la historia con sus fantasías para hombres y mujeres.
Fotos: Revistadeartes, Zimbio.