En 2016 debutó Hijos de Ramón en las pasarelas de Moda Bolivia bajo Carlos Arauz y Fernando Justiniano, quienes le imprimieron un estilo particular, que no sigue reglas ni tendencias. Ambos desarrollaron sus carreras en distintas áreas: Luis Fernando estudió Marketing y Publicidad en la Udabol y Artes Plásticas en Buenos Aires, es especialista en vitrinaje, pintor, decorador de ambientes y también hace indumentaria y accesorios de moda, es multifacético. Por su parte, Carlos Javier Arauz, estudió Química Industrial y Procesos en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, luego se licenció en Administración de Gastronomía, carrera que desarrolló durante 12 años, para retomar su verdadero sueño, el diseño de moda y decoración de interiores, que está desarrollando en los últimos años.
Carlos y Fernando lanzaron la marca “Hijos de Ramón”, en honor a Ramón Justiniano, padre de Fernando. Ambos artistas, comenzaron a elaborar joyería y accesorios para ambos sexos, hasta ahora ya presentaron colecciones de Invierno en dos shows del Bolivia Moda y colecciones de Verano, en tres versiones del mismo evento. Gracias a sus diseños urbanos, únicos, vistos en la pasarela, en las redes sociales y en influencers que aman lucir sus prendas, la proyección de la marca ha crecido, pese a ser joven en el mercado. “Habíamos trabajado bastante con las máquinas de Epson; es espectacular, sobre todo trabajamos con la calandra. Esta ocasión, que les permite a los diseñadores de Bolivia mostrar su trabajo me parece espectacular y la iniciativa, tanto de VisteLaCalle como Epson, súper aplaudible”, nos cuenta Carlos Arauz.
En cuanto a la colección que mostrarán el 16 de agosto, nos cuentan los siguiente: “La colección se denomina “TRANSICIÓN” y lo que queremos mostrar es el cambio de las etapas de las personas de pubertad a adultez, donde cuando éramos jóvenes dejábamos registros de nuestra irreverencia, pasiones en cuadernos, textos, mientras pasábamos clases de botánica o historia”, aseguran. La colección quiere mostrar la técnica de grafiti con lapicero, hacer un culto de nuestros dibujos, versos, poemas y cosas banales, que hacíamos cuando éramos jóvenes en el colegio o instituto.