En 1968, Cristobal Balenciaga se retiraba de la moda, dejando su puesto como creativo de la casa que comenzó en 1937. Poco antes de hacerlo, creó algunos de los trajes más significativos de la marca y su historia, incluyendo los vestidos Chou y el Quatre Cornes. En esa misma época, sus hitos fueron modelados por un rostro específico: el de Alberta Tiburzi.
La modelo italiana apareció en gran parte de la década de los ’60 como musa de Hiro Wakabayashi, quien la retrató para ser incluida como portada de Harper’s Bazaar durante varias oportunidades. Gian Paolo Barbieri fue otro de los fotógrafos favoritos de Tiburzi, a quien retrató en distintos estilos, así como Irving Penn para los beauties de Vogue. Pero a mediados de los años ’70, Tiburzi dio un giro en su carrera y se estableció como fotógrafo, dejando atrás su época de glamour frente a las cámaras.
Stefania Sandrelli, Isabella Rossellini, Monica Bellucci y varias modelos que brillaron durante los ’80 forman parte del registro visual que ha mantenido Tiburzi como fotógrafo. Pero la profundidad de su mirada, sus rasgos y la manera en la que posaba en playas o estudios en el apogeo de su carrera inicial, demuestran que como ella no exitirá otra diva del modelaje. Por algo el mismísimo “padre de todos” la escogió para mostrar dos de sus más grandes creaciones.
Fotos: Dressing Vintage, Tumblr.