Me fascina la ropa, me encanta investigar sobre moda. Pero comprar es otro asunto.
A mis 39 años, con mi perfecto cuerpo de pera, presupuesto más que acotado y casi nada de tiempo –traten de ir al mall con niños de 3 y 5 años–, comprar ropa es una tarea titánica y hasta desagradable. Sobre todo cuando uno no quiere andar uniformada, demasiado pedir para este país.