La moda y cultura de los Mods

La moda y cultura de los Mods

Colaboración de Nicole Inostroza.

En 1979 se estrenó Quadrophenia ―una película británica basada en la ópera rock que The Who había lanzado seis años atrás― donde se retrata la vida de los mods, una subcultura juvenil de la primera mitad de la década de los sesenta. Quadrophenia intentaba recuperar aquella década en la que los jóvenes de la clase trabajadora inglesa se debatían entre una cotidianeidad laboral insatisfactoria y un estilo de vida cargado de voluptuosidad, tanto por la forma de vestir como por las drogas. La cinta muestra el conflicto de Jimmy ―interpretado por Phil Daniels, que aparece años después junto a Blur en el video de “Parklife”―, quien se involucra en una serie de episodios violentos que lo llevan a encontrarse perdido y confundido ante la forma de vida que Inglaterra le ofrece a sus adolescentes, donde nace esta tribu urbana.

La palabra “Mods” deriva de modernist, expresión que los 50′ definía a los músicos y seguidores del modern jazz. Los mods se identificaban con ese estilo de música, incluido el soul, el ska, y el rhythm and blues; aquellas melodías que invadían las fiestas nocturnas. Así, una de las conjeturas en torno al surgimiento de los mods, es aquella que lo retrotrae hasta los beatniks, aquel movimiento literario de los cincuenta vinculado a la figura de Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Esta generación agrupó a jóvenes inconformistas neoyorkinos que una década después expandiría su influencia hasta suelo inglés.

Como los beatniks, los mods se caracterizaron por su especial preocupación por el vestuario. Si en algo gastaban su sueldo, además de anfetaminas, era en ropa. Desde la imagen de los Teddy Boys ―que recuperaron la vestimenta de los dandis de la época eduardiana en Reino Unido (1901-1910) ― y la imagen bohemia de los beatniks, que usaban boinas y cuellos de tortuga negros, el estilo naciente de los sesenteros incubaba su marca exclusiva. Los hombres vestían trajes sofisticados hechos a medida, corbatas delgadas, camisas de cuello abotonado, suéteres de lana o cachemira, botas estilo beatle o mocasines, y parkas militares, cuyo fin era cubrir el traje al momento de conducir sus scooter ―usualmente de marca Lambretta o Vespa―. Las mujeres, a su vez, vestían al estilo de Twiggy: cabello corto, muy andrógino, minifaldas, poleras o vestidos sin mangas, suéteres grandes, pantalones ajustados o capri, botas gruesas (mocasines o zuecos) de charol (hasta la rodilla o el tobillo), capas resistentes para la lluvia, y casi nada de maquillaje, a excepción del lápiz labial blanco y las pestañas postizas.

En su época, los mods y los rockers ― bandos rivales― ocasionaron múltiples disturbios de proporciones alarmantes para la población británica. Tanto así, que muchas de las peleas fueron cubiertas por la prensa, donde se consideraba que la juventud del momento era “moralmente preocupante”. Mods y rockers peleaban por territorio y por estilos de vida opuestos. Se confrontaban a golpes entre scooters y motocicletas. La diferencia entre esta tribu y otras generaciones que se han agrupado y han parecido extravagantes y conflictivas, es que muchas cosas de la factura mod son ahora marca de elegancia y estilo.

Eventualmente, los mods crecieron y pudieron insertarse en la sociedad, como así lo ilustra el épico final de Quadrophenia: Jimmy descubre que Ace Face ―aquel admirado líder mod, interpretado por Sting― trabaja como botones en un hotel, roba su scooter y lo lanza a un acantilado. No obstante, la moda que confeccionaron se ha rescatado sucesivas veces durante los años que le siguieron. Primero, el mod revival de finales de los 70′, con la banda The Jam a la cabeza y el estreno de la mismísima Quadrophenia. Más tarde, durante los 80′, distintos focos de rescate sucedieron a lo largo de Gran Bretaña, llegando incluso a Estados Unidos. Con la llegada de los noventa, el ideal brit miraba directamente la música y las parkas militares de hace tres décadas. Todo esto nos recordaba que la moda seguía vigente, invocando aquel lema tan enérgico que plagó las calles inglesas de los 60′: “¡we are the mods! ¡we are the mods! ¡we are the, we are the, we are the mods!”.

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