Entrevista a Marcelo Burlón: “Siempre tuve que luchar contra la corriente para lograr hacerme entender”

Entrevista a Marcelo Burlón: “Siempre tuve que luchar contra la corriente para lograr hacerme entender”

Que tenía el pelo azul y después rojo, que conoció a Roisin Murphy y Dave Lachapelle en una noche de club o que acompañó a su amigo Riccardo Tisci por el camino que lo llevó a la fama. Marcelo Burlón es toda una caja de historias y sorpresas que, además de glamour, encierran una originalidad reconocida por todos. La palabra multifacético calza a la perfección al hablar de Marcelo Burlón. Pasó de trabajar en una fábrica a convertirse en un It boy europeo en los años 90′. Modelo, alma de las fiestas más famosas de Milán, Dj, relacionador público, estilista, director de arte y además gran amigo de Riccardo Tisci, Burlón hoy goza de un nombre construido en base a su propio esfuerzo y a su capacidad de reunir a la crème de la crème en las mejores celebraciones de marcas de lujo alrededor del mundo.

“Soy un agradecido de todo”, señala el también diseñador de camisetas, mientras conversa en un café de París, desde donde repasa su extensa e interminable carrera en el mundo de la moda, que lo hace acreedor de admiradores que esperan más de dos horas para sacarse una foto con él.

¿A qué crees que se debe este interés por ti?

Creo que con la nueva era de internet y la tecnología, la gente tiene la posibilidad de comunicar todo más rápido, de tener gustos y buscar lo que es parte de ellos en el ámbito de la música o de la moda. Toda la comunicación se ha tornado más veloz, y los teenagers (adolescentes) son mucho más veloces. A mis 21 años no tenía la cabeza de los chicos de hoy, antes el riesgo era diferente. Con internet te sientes más seguro de ti mismo, y todo se vende más rápido.

Mi mundo actual es exacto; todo lo que me sucede ahora, los lugares donde voy a tocar, las tiendas y revistas donde trabajo, es preciso. No le hablo a la masa, a ella le hablaré de otro modo; para eso tendré un programa de TV en Italia y también otro de radio. Creo que hay que traducir lo que significa mi mundo para que la masa lo entienda, pues antes me veían como un relacionador público, un estilista, un DJ y no lograban definirme. Por ejemplo, cuando trabajé en Dolce & Gabbana, la PR (relacionadora pública) de la marca –quien tenía 60 años–, me decía: “No sabemos qué haces acá”. Yo les decía que Doménico (Dolce) vio algo en mí pues él me contrató, así es que todo está bien. Siempre tuve que luchar contra la corriente para lograr hacerme entender.

¿Cuáles fueron las innovaciones que te dieron a conocer y te hicieron famoso?

El modo de comunicar y nada más. Venir de abajo, hablar con grafiteros y gente de la calle misma y, al mismo tiempo, estar sentado con Margherita Missoni y personas de las marcas de lujo; nunca hago distinciones y siempre hay un mix en mis fiestas. Tengo marcas grosas que me llaman para trabajar con ellos como Dior, Prada, Givenchy o Diesel; lo que ellos quieren es mi mundo, que les muestre la multiculturalidad, y ese es mi fuerte. Me siento muy afortunado, porque hago lo que quiero y aprendo; ahora voy a Tel Aviv a tocar a una muestra de Yohji Yamamoto.

¿Cómo surgió la idea de lanzar una colección de poleras?

He tenido la oportunidad de viajar mucho, sobre todo como DJ, a varios lugares donde me he topado con fans y seguidores que me esperan para conocerme, bloggers que hacen fila para fotografiarse conmigo; por ello surgió la idea de dejarles algo, un mensaje que puedan tener y que transmita todas mis raíces, los símbolos esotéricos, símbolos mapuches, todo lo que es parte de mí. La idea fue hacer algunas solamente, pero todo ha sido como una bomba; hemos vendido nueve mil poleras a través de 80 países en solo tres meses. El primer mes de venta aparecimos en 140 medios en 20 idiomas diferentes; todos querían tener nuestras poleras y enloquecieron con ellas. Tengo amigos famosos como Kanye West, Rossy de Palma, Devendra Banhart, Michael Stipe, quienes ya han hecho sus pedidos.

De Bolsón a Milán

No todo ha sido siempre champagne y tornamesas para Marcelo. Nacido y criado en El Bolsón, una ciudad patagónica con solo 40 mil habitantes, pronto partió de cero cuando su padre, quien era italiano, llevó a su familia a vivir a ese país dejando atrás las comodidades alcanzadas. “Fue un cambio muy fuerte”, reflexiona Burlón al relatar parte de su infancia y adolescencia entre traslado de ciudad y de vida.

¿Cómo llegaste de Argentina a trabajar en Europa?

En los 90 dejamos Argentina, donde teníamos una perfecta situación económica, y nos fuimos a trabajar desde cero a Italia. Fue un cambio muy fuerte. A los 15 años dejé la escuela para trabajar en una fábrica. A los 16 empecé a ir a fiestas con un look muy distintivo, trabajaba en un club todo el fin de semana bailando; junto a otros chicos éramos una especie de Club Kids, y animábamos las fiestas. Durante muchos años representé a un importante club italiano donde iban los mejores DJ’s, y de ahí me trasladé a trabajar en La Riviera. Las personas viajaban a fiestas buscando la mejor música, y así llegué a otra zona donde Gaultier, Jacobs y Rykiel fabricaban sus prendas. El año 95 iba caminando por la calle con una polera de Jean Paul Gaultier y me encontré con el mismo diseñador que me guiñó un ojo, ¡imagínate! Ya me había hecho más conocido porque mi cara estaba en los afiches de los clubes que representaba, mi estilo era reconocido.

Un día me encargaron recibir a un grupo que venía de Milán. Todos tenían mi edad y mantenían cargos importantes en marcas reconocidas: uno trabajaba en Miu Miu accesorios, el otro estaba encargado de Costume National, el otro hacía los zapatos de Prada… y yo veía que tenían mi edad y mantenían roles fundamentales en la moda, entonces pensé en hacer lo mismo. Julia, una de las chicas del grupo –que hoy trabaja en Lanvin y Chloé–, me dijo: “Tú no puedes estar aquí, tienes que irte a Milán ahora”. Me pasó las llaves de su departamento y fui a probar suerte por un mes. Sin amigos, dinero ni nada me establecí en Milán. Fue allí donde trabajé como modelo mientras intentaba ver qué pasaba, siendo el rostro oficial de Nose –una marca de Fornarina– durante tres temporadas.

Volví a trabajar en un club, pero ahora en el centro de Italia. Dejé las drogas y comencé a practicar el budismo. Renté un espacio con tres amigos, donde organizamos una fiesta e invitamos a personas que conocimos a través de diferentes clubes. Eso marcó el inicio de mi carrera en Milán. Comencé a conocer a más personas, y entre ellos se encontraba alguien de una agencia muy importante llamada Primo Piano Gallery. Ellos me seleccionaron para trabajar en sus fiestas, en el rol del encargado de la puerta que escogía a las personas que entraban. Así conocí a todo el mundo; al segundo día, estaba Roisin Murphy y detrás de ella venía David Lachapelle; llegaba David Byrne, Dries Van Noten, era un shock día tras día. Trabajando allí pude recolectar una serie de contactos increíbles, los que guardé en mailing lists que con el tiempo se convirtieron en una poderosa herramienta; de hecho, los diseñadores comenzaron a pedirme que enviara yo las invitaciones a sus eventos, lo que comenzó con la celebración de los 25 años de Giorgio Armani. Me estructuré y decidí formar mi propia agencia de relaciones públicas. Poco después llegó un joven a vivir a mi casa, nos hicimos muy buenos amigos y decidimos buscar un lugar para vivir juntos. Él recién estaba diseñando ropa y lo ayudé con un contacto para que la mostrara en una revista; ese fue el inicio de mi carrera como relacionador público de Riccardo Tisci, el mismo que hoy lidera Givenchy. En esa época lo ayudé a mostrar su trabajo a través de un lookbook donde aparecía Mariacarla Boscono, quien recién había firmado para Chanel.

Una noche llegó al club donde trabajaba Doménico Dolce, y me dice que el día lunes me llamarán para una oportunidad de trabajo. Así me convertí en el relacionador público de Dolce & Gabbana, donde estuve trabajando un año. Dejé todo y abrí mi propia agencia, Marcelo Burlón Enterprise. Comencé a hacer styling –algo a lo que Riccardo me empujó–, y me convertí en editor en jefe de revistas como Rodeo Magazine.

Cuando hablas acerca de organización de fiestas, ¿qué aspectos son los que desarrollas?

Trabajo con mi casa de producción, donde muchas personas están involucradas en proyectos con Gucci, Versace, y me encargo de hacer la lista de los invitados; saber quiénes vienen y quién no, hacer el comunicado de prensa.

¿Quiénes son hoy tus principales clientes?

Para Givenchy, por ejemplo, hago un mailing list muy seleccionado, porque es una de las fiestas más increíbles de París; con ellos también hago el booking de DJ’s. Están también Dior, Prada, donde a veces pongo música… hay muchos otros más.

Ya que hablamos de Givenchy y sus fiestas que son más exclusivas, ¿qué buscan con este tipo de celebraciones?

Esas fiestas son mucho más caseras, pues no entra nadie que Riccardo no conoce y es el momento de celebrar la amistad o el amor. Es una ocasión más íntima, a diferencia de otras organizadas por diversas marcas como Dior, por ejemplo, que dio una fiesta en Madrid para tres mil personas. Hay otras marcas que concentran su dinero para gastarlo cada dos años en una fiesta espectacular, como lo hace Replay y se convierte en la fiesta a la que todos quieren ir. 

La moda al día

Eterno ciudadano de París, Milán, Londres y los mejores lugares donde se desarrolla la moda y las expresiones artísticas y urbanas relacionadas con ella, Burlón conoce y también reconoce el talento a través de sus múltiples actividades. Por ello, también puede opinar con absoluta certeza acerca de las dificultades de los diseñadores emergentes o los roles que mantiene cada ciudad en torno a la industria de la moda.

¿De qué manera diferenciarías el mercado francés del italiano?

En Milán está más concentrada la parte económica y en París la parte más creativa. Milán es mucho más seguro en cuanto a diseño; creo que la diferencia está en el riesgo, pues en Italia los desfiles de moda son muy aburridos. Todo el mundo espera solamente a Prada, y antes a Raf Simons con Jil Sander.

¿Cuál de los tres grandes mercados –Londres, París, Milán–, son los más complicados para integrar nuevos diseñadores?

Creo que todos son muy cerrados para cualquier diseñador nuevo; ellos están sujetos al manejo de las editoras de revistas. Por ejemplo, en los 90 Helmut Lang era una marca nueva que se imponía con su estilo, muy exitosamente; tiempo después fue comprada y casi cerrada porque “molestaba”, tal como sucedió con Jil Sander. Hay todo un juego de poder y marionetas que hace que los diseñadores jóvenes carezcan de espacio.

¿Crees que la influencia asiática que se observa en el diseño actual, está relacionada con la importancia del mercado para quienes integran los showrooms?

Creo que el mercado asiático es muy importante, pues son los que están en la mejor situación económica de todos. Sin embargo, no creo que esté muy relacionado; siempre hay alguien que decide que el verde será el color de la temporada o que el cuello mao estará en boga. Es casi una gota de agua que se va expandiendo y contagiando, y el trabajo de las editoras de revista está muy vinculado a ello.

Hace un rato mencionaste que querías radicarte en Nueva York ¿Por qué escoges ese lugar?

Mi experiencia en Europa, y más que nada en Milán ya llegó a un fin, pues no se qué más hacer. Últimamente diseñé poleras, además de una serie de protectores para el Iphone a través del blog HighSnob (www.highsnobiety.com), uno de los más importantes en cuanto a street style. En Nueva York tengo un buen feeling con la gente, así que necesito nuevas experiencias. No tengo planes adelantados, y muchos me preguntan cómo no te estresas… Soy un agradecido de todo, y me gusta que las situaciones fluyan sin ningún tipo de expectativa o ansiedad, solo dejando llevarse.

¿Qué opinas sobre el impacto de los bloggers?

Hay bloggers que hacen cosas buenas, hablan y cuentan su punto de vista como Susie Bubble (www. stylebubble.co.uk); pero hay algunos que no soporto, los que muestran fotos de sus propios looks; esos blogs no me interesan.

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