Cuando un grupo de mujeres hojea revistas de moda, suele haber dos reacciones. Mientras un grupo dice ¡esto es imponible!, el otro comenta lo preciosas que son las mismas fotos que las otras criticaron. Lo mismo pasa en los desfiles: los iniciados en el mundo de la moda esperan una propuesta de diseño, un show, mientras buena parte del público está ahí para ver qué podría usar.
¿Hay alguien equivocado?
Pienso que no.
La forma de presentar la moda en sus diferentes espacios de difusión corre entre dos polos: la tendencia y el servicio. La tendencia es mostrar lo jugado, lo que viene, lo que dos años después estamos usando todas pese a que al principio nos pareció feo, ajeno o demasiado jugado. El servicio es decir: este vestido cuesta tanta plata y se puede comprar en tal parte. Es mostrar lo que está usándose ahora, no lo que viene. Por lo general, tanto los desfiles como las producciones de moda combinan un poco de los dos aspectos, pero se acercan más a un extremo que al otro. Es una opción. Y no siempre es comprendida por el bando contrario.
A mi modo de ver, al evaluar dónde se debe poner el acento, las personas que están a cargo de producir esas páginas de revistas o esos desfiles deben pensar en quién es su público. Una revista muy masiva no puede ser sólo tendencia, porque su público no lo entenderá y le causará rechazo ver, por ejemplo, modelos con peinados imposibles, maquillajes muy osados o ropa combinada como nunca se verá a alguien en la calle, por muy bien que se vea en las fotos. Pero una publicación que quiere ser más vanguardista o de nicho tiene que ir con la tendencia, porque la información “práctica” no es lo que sus lectores van a buscar en ella y los va a decepcionar. Sus lectores buscan estímulos estéticos, estar al día, saber para dónde va la cosa.
Lo primero es tener claro quien se es, y actuar en forma acorde.