El pasado jueves 9 de abril, tuvimos la posibilidad de conocer desde dentro uno de los edificios patrimoniales más emblemáticos de la capital chilena. Hablamos del Teatro Municipal de Santiago, el cual a lo largo de sus más de 150 años ha sido sede cultural de los mejores talentos vinculados a la danza, la opera y los conciertos de artistas tanto nacionales, como internacionales. Además de ser testigos de la imponente arquitectura e historia, también conocimos el trabajo que día a día se realiza en su interior: con ensayos de próximos espectáculos, audiciones de nuevos miembros de la orquesta y el taller de realización escenográfica y de vestuario.
Iniciamos nuestro recorrido por la imponente entrada de Agustinas, acceso principal del teatro, que prepara a los asistentes para posteriormente entrar “al templo” o sala principal, donde posteriormente se presentará el show. En sus inicios este espacio significaba una instancia donde la aristocracia de la época lucía sus vestuarios y joyas, y servía para la vida social de alta alcurnia, pues el aspecto de cada invitado era casi tan –o más– importante que el espectáculo propiamente tal.
Si bien el Teatro Municipal de Santiago es altamente reconocido por la calidad de su programación, pocos saben que gran parte de la producción escenográfica y de vestuario se realiza en las mismas instalaciones, destacando por el alto nivel de cada uno de sus montajes y convirtiéndose en uno de los pocos teatros en desarrollar su propia producción. Así, técnicos especializados en proyectos de escenografía son parte del equipo del teatro y son los encargados de dibujar moldes escultóricos, piezas de mobiliario y prototipos de utilería.
Mesones con telas, moldes y máquinas de coser, así como lentejuelas, cuentas y bocetos, es solo una fracción de lo que también encontramos en los talleres de costura, donde hábiles costureros realizan, customizan y restauran los vestuarios de las obras que próximamente serán presentadas en el teatro. Ningún detalle es dejado al azar, a pesar de que muchas veces la distancia con el escenario impida al público ver con detención el fino trabajo llevado a cabo para cada espectáculo.
Por otro lado –y para nuestra sorpresa–, gran parte del vestuario que se utiliza en los montajes es el resultado de restauraciones de versiones anteriores, pudiendo reutilizarse hoy el vestuario de una obra de hace 50 años atrás, lo que convierte a la bodega del teatro en una verdadera bóveda de patrimonio cultural. Lamentablemente el incendio que azotó al mismo recinto el 2013, y que tuvo sus orígenes en estas bodegas, arrasó con buena parte de la colección original que se encontraba conservada.
Datos, anécdotas y muchos espacios que combinan la nostalgia con lo actual, convierten al Teatro Municipal de Santiago en un espacio que vale la pena conocer, y que al contrario de los prejuicios que podamos tener sobre espacios tan solemnes y patrimoniales, se encuentran más accesibles al público de lo que pensamos. Por ejemplo, los días lunes, miércoles y viernes se realizan visitas guiadas abiertas a público general y, este mes, la programación cuenta espectáculos imperdibles como el clásico de ballet “Romeo y Julieta” o la vanguardista apuesta del Beijing Dance Theater, dentro de muchas otras alternativas.
Imágenes por Felipe Piero Jofré para VisteLaCalle