Estamos acostumbrados a que en la moda, lo extravagante se vuelva parte de lo cotidiano. Cada vez que hay un desfile, la pirotecnia, tanto en la ropa como en el escenario, a veces llega a ser descontrolada. Trenes y carruseles en el centro del escenario, vestuarios que casi asesinan de incomodidad a las modelos y lugares insospechados para realiza los desfiles, como el Louvre, que por primera vez abre sus puertas para estos eventos de la mano de Salvatore Ferragamo (y que a mi opinión debió haber sido ocupado por primera vez con el regreso al mundo de la moda de Schiaparelli).
Pero lo de Thom Browne, para la temporada primavera-verano 2013, escapa un poco de esa “cotidianeidad” exuberante y se acerca más a lo simplemente raro. En una propuesta bastante colorida (como la mayoría de los diseñadores esta temporada), hizo que sus modelos masculinos desfilaran escondiendo la ropa que llevaban dentro de cortinas metálicas, para luego dejarlas caer.
Por otro lado, en el momento en que el público presente esperaba ver desfilar la colección masculina para esta temporada, todos los modelos se quedaron estáticos, invitando al público a dar vueltas alrededor de ellos. Todo esto acompañado por una perfomance a cargo de 2 seres mitológicos completamente pintados de color plateado, que deambulaban por alrededor de los invitados. Raro. Raro para cualquiera, menos para el mundo de Thom Browne.