Hace poco me enteré de la existencia de la seda de la paz y me pareció un gran hallazgo. ¿De qué se trata? Es simple.
Para hacer la seda, la industria textil cría gusanos, deja que se envuelvan en capullos y luego los quema, con capullos y todo, en hornos o en agua hirviendo. Una vez que el gusano se muere, el capullo se deshila para hacer el hilo de seda. Sólo algunos gusanos, los suficientes para mantener la industria a flote, se salvan de la masacre.
La seda de la paz o peace silk, en cambio, espera a que el gusano se transforme en polilla, rompa el capullo y salga volando, para hilar las fibras que ese gusano construyó con su propia saliva. El punto es que la polilla rompe las fibras al salir, lo que hace mucho más caro y difícil hilar la seda. Sólo se puede hacer a mano; las máquinas no sirven.
Obviamente, esto de ser tan bondadosos con las polillas tiene un alto costo. Pero claro, ahora que lo eco prende y hay gente dispuesta a pagar por ello, se está produciendo aún más, principalmente en la India. Con mayor razón si la tela resultante, como dicen (aún no tengo la oportunidad de tocar una seda de la paz y compararla con una normal), es más suave y más abrigadora.
En la foto, una propuesta de la diseñadora Alexandar Alfaro, quien usualmente trabaja con este tipo de seda.