En muchas ocasiones al reflexionar sobre la moda y el vestuario se llega a la conclusión de que se trata de un tema poco racional y en donde parecen primar más las sensaciones que los pensamientos. A veces, a causa de esto, la gente prefiere catalogarlo de un tema superfluo o simplemente irrelevante, lo cual no deja de ser lícito si se piensa que el vestuario está inserto en un mundo donde lo intelectual o lo social muy rara vez se deja ver. Sin embargo, para aquellas personas que trabajan y viven de este mundo, la resolución no es tan simple, por lo que se hace necesario encontrar un fundamento más allá de lo estético y lo artístico a sus creaciones: una razón lógica.
En la búsqueda de esta motivación, los diseñadores más escrupulosos han optado por diferentes caminos los cuales, según el público objetivo, van siendo valorados de distinta manera. En algunos casos apelarán a la ecología utilizando materiales desechados o biodegradables, otros, como Stella Mc Cartney preferirán los sintéticos para simular pieles y terminar con la tortura animal. Sea cual sea la justificación, la prenda automáticamente adquiere un valor agregado cuando está concebida con consciencia.
Sin ir más lejos, un claro ejemplo de moda con crítica social es Vivienne Westwood. Ya veíamos hace un par de meses su campaña primavera/verano 2012 en Kenya, donde sus carteras eran vendidas en un contexto de pobreza extrema. Hace un par de días la diseñadora se reunió con los protestantes del campamento de Saint Paul en Londres, donde se refirió a que la falta de cultura es el principal problema del sistema de consumo en el que estamos insertos. “ La economía no es una ciencia, es simplemente un acuerdo. Tenemos que tratar de conseguir nosotros mismos salir de este lío”. Fueron palabras de Vivienne.
La tecnología también se ha sumado en esta tarea y como ejemplo de las medidas sociales está I Owe you, proyecto que permite al consumidor seguir todo el recorrido de la prenda hasta su compra: conocer al hilandero en India, el artesano en Europa, etc. Y de esta manera evitar el trabajo en malas condiciones y el conocimiento de la calidad de las cosas que usamos.
En general para las grandes marcas de lujo el sólo hecho de que sus productos tengan precios exorbitantes hace difícil la coherencia con la ética. Pero hay que tener claro que el pagar un poco más por una prenda que utilizarás por más tiempo probablemente haga que a la larga se gaste menos y de una manera más justa con la sociedad y el medio ambiente. Ya decía Dilys Williams, directora de Moda sostenible del London College of Fashion que el gran desafío de la moda ética es comprar menos ropa, pero mejor.