El derrumbe del día 24 de Abril, que dejó por el suelo una fábrica textil en Bangladesh, y que terminó con la vida de 1.127 trabajadores, nos vuelve a poner los pies en la tierra y a querer analizar todo esto de la industria de la moda, y de cómo millones de personas trabajan en condiciones deplorables para que alguien más consiga el último modelo de cartera o zapato.
Hace unos días hablamos de la calidad del vestuario que usamos, y cuál es el precio que pagamos, en materia de contaminación, abuso de animales, y circunstancias de trabajo indignantes, como el que conocimos con una nueva noticia impactante. Hace dos años en Moscú se descubrió una ciudad subterránea en la que trabajaban inmigrantes ilegales. Hace un par de días la policía de este país volvió a descubrir una ciudad con las mismas características en la capital rusa. Bajo un mercado, permanecían escondidos alrededor de 200 asiáticos que trabajaban, vivían, y también pasaban las noches en este submundo, el cual incluía habitaciones, una mini granja, un comedor, un cine y un casino. Este lugar enterrado bajo tierra era un taller textil donde vivían familias enteras -niños incluidos:
Este ejemplo, casi igual de crudo que la catástrofe que ocurrió en Bengladesh nos dan verguenza, rabia y y desprecio absoluto por las personas que están detrás de todo esto, así como los responsables del derrumbe que pudo haber sido evitado si se tomaran las medidas de seguridad pertinentes. Este episodio impulsó a una bloggera española, Yolanda Dominguez, a crear su propia forma de reacción con un acto urbano. “Fashion Victim” fue un llamado abrir los ojos, a reconocer la conocida expresión que se asocia a los consumistas de moda por los que de verdad sufren con este modelo de vida: trabajadores esclavizados, explotación infantil y contaminación por tóxicos en las fábricas de vestuario y calzado.