Hace calor y escribo este post mientras escucho a la ya no tan depresiva Adele que con tanto Grammy en la mano y enfundada en un Armani, estaba más contenta que perro con hueso nuevo. Sin embargo, debo decir que la depresión me la llevé yo. Uno de los Grammy espera el mayor riesgo de todos, la ridiculez y el humor en cada look, porque parece que la crisis internacional afectó los ánimos de los asistentes quienes optaron por intentar verse bien y ahí, está parte de su error.
Fueron muy pocos los invitados a la premiación que se vistieron bien. Adam Levine se llevó todos los aplausos en un Tom Ford de 3 Piezas y Bruno Mars entró vestido en un traje gris correcto y sin calcetines, todo decorado con un peinado hecho por 2 o 3 arquitectos porque no se le movió ni un pelo en toda la noche, look que luego cambió por una chaqueta dorada en tono con su humita tal vez homenajeando a Pachuco y la Cubanacán.
Swizz Beatz se la jugó por una chaqueta de terciopelo color uva y le quedó excelente, no sé si la camisa fue la adecuada pero en la pobreza visual de los Grammy (y de todos los premios que han existido este año) destacó por un buen look final. Tony Benett también se esforzó y entendió que lo mejor es llevar los años con dignidad. Y por último, entre los bien vestidos destaca Kings of Leon, quienes supieron encontrar toda la ropa y el estilo que les podría jugar a su favor. Hubo muchos otros que pasaron la prueba de la blancura pero por fomes y por no correr ningún riesgo, no destacaron.
Sin embargo, en el lado oscuro de la moda, la cosa estuvo fructífera. Así están en esta esquina Billy Ray Cirus que todavía no entiende que Hannah Montana es la adolescente, no él, Foo Fighters y su idea de vestirse como grupo teenager pero un tantito pasado en 20 años, Steven Van Zandt con un look igual a Leonardo Favio (lo que no es un piropo) y a un Rick Ross con un chaleco que, honestamente, se me hace muy difícil describir su estilo.
