La casita de Wendy, es una tienda española, cuyos padres son Iván Martinez e Inés Aguilar. Ambos deciden el 2001, unirse y crear. Los inicios que marcan los caminos tanto de Inés cómo el de Iván, se remontan a diferentes áreas del saber, cómo lo es la arquitectura y la filosofía. Ambos, se comunican de manera distinta con el mundo y las formas pero reúnen en conjunto una gran capacidad por imaginar y desvincularse de lo terrenal.
Sus prendas, reúnen una capacidad imaginativa dulce, acaramelada y natural, dónde el dibujo es un protagonista indiscutido para estos madrileños, que capturan lo dulce de la vida. Los cisnes, animalillos salvajes, casitas en medio de un bosque, pajarillos, días de campo, todo conduce a un motivo real para ser estampado.
Las colecciones, son hechas con cariño, con paciencia y ternura. Para estos diseñadores la posibilidad de crear ropa y ser parte del mundo de la moda, es algo que lo toman con la misma tranquilidad que abordan la invención de un vestido. La paciencia y la dedicación, forman parte de lo que nutre su trabajo, siendo fundamental para ellos, crear una conexión con la naturaleza, mediante un diálogo permanente con materiales que no afecten la sustentabilidad del planeta y el medioambiente.
En su búsqueda por dar forma a piezas únicas, son de gran valor el bordado, los tejidos, las ilustraciones, estampados y todas aquellas técnicas que puedan ser alcanzadas mediante el uso de nuestras manos y nuestra paciencia.
A pesar de definir su moda como una conexión tranquila y alejada del “fast fashion”, sus diseños se encuentran en más de cien puntos distintos alrededor del mundo, figuran; Barneys en New York, Cocktail en Hong Kong y Mystic en Tokio por nombrar sólo algunos lugares del mundo. Una de sus fanáticas, es la islandesa Björk, quién conoce sus diseños en el Festival Internacional de Benicássim. Desde ese entonces, ha figurado en portadas de distintas revistas cómo Wire en Inglaterra y Les Inrockuptibles en Francia con sus diseños.
La mezcla de sueño – fantasía, es el canal que estos madrileños utilizan para comunicarse con las prendas y su necesidad de que éstas ocupen un lugar real en cualquier calle de cualquier mundo.